Malvinas / Historia
La disputa de las Islas Malvinas (1833-1945)
Apéndice
El descubrimiento y posesión simbólica de las Orcadas del Sur
se atribuye al capitán lobero George Powell el 7 de diciembre de 1821 (1). Sin
embargo, desde los inicios del siglo XX este grupo de islas fue el centro de
largos intercambios diplomáticos entre Gran Bretaña y Argentina. Al contrario de
las Malvinas, en este caso la Argentina aparecía en posesión de las islas y Gran
Bretaña reclamaba por derechos que, según argumentaba, la ocupación argentina
vulneraba.
Todo comenzó el 2 de noviembre de 1902, cuando la nave
acondicionada para exploración científica Scotia partió del estuario del
Clyde (Escocia), transportando una misión científica a cargo del doctor escocés
William S. Bruce (2). La misión había sido solventada principalmente con fondos
privados y de algunos organismos públicos de su país. La expedición arribó en
febrero de 1903 a las Orcadas. El día 25, al comprobar la existencia de algunos
problemas mecánicos en el buque, los integrantes de la expedición decidieron
invernar en la isla Laurie, perteneciente al grupo. De inmediato comenzaron la
construcción de una precaria estación de observación científica. Pasado el
invierno, hacia fines de 1903, Bruce viajó a Buenos Aires. Allí, el Scotia
debió ser sometido a extensas reparaciones por el daño sufrido durante la
campaña invernal por los mares antárticos.
Bruce estaba vivamente interesado en no permitir que las
observaciones antárticas iniciadas por él se suspendieran. Por ello, una vez en
Buenos Aires, el científico ofreció a la Oficina Meteorológica Naval Argentina
el traspaso de las construcciones y de los instrumentos existentes en Laurie por
la suma de 5.000 pesos, con la condición de que el gobierno argentino se
comprometiera formalmente a proseguir con la labor iniciada (3). En diciembre de
1903 Bruce informó al ministro británico William Haggard de sus intenciones. El
29 de diciembre Haggard envió una nota al ministro de relaciones exteriores
argentino, José Terry, ratificándole los términos de la proposición de Bruce
(4).
Un decreto del presidente Julio Roca del 2 de enero de 1904
oficializó la aceptación de la transferencia del observatorio de la isla Laurie.
Fitte enfatiza que "de dicho texto se desprende que la cesión aprobada se
entendía hecha para siempre" (5).
El 14 de febrero el Scotia retornó a Laurie,
transportando a tres argentinos, quienes se harían cargo de la estación. El 22
de febrero los argentinos se hicieron cargo oficialmente de las instalaciones. A
partir de ese momento, allí se izó la bandera argentina. Poco antes, el 20 de
enero un miembro del grupo argentino, Hugo A. Acuña, había sido designado
encargado de la Estafeta Postal Orcadas del Sur (6).
En el informe de sir John W. Field (Foreign Office) del 29 de
febrero de 1928, se reconoce que, ante estos hechos, y depués de haber
consultado al Almirantazgo y al Colonial Office, el gobierno británico instruyó
a su ministro en Buenos Aires a no dar ningún paso con respecto a este asunto.
Esta posición cambió en 1905, cuando el tema resurgió por la compra de un barco
de parte del gobierno argentino para mantener comunicación con el observatorio.
Entonces el Colonial Office consultó otra vez al Almirantazgo y se enteró de que
las islas Orcadas habían sido descubiertas por el capitán Powell el 7 de
diciembre de 1821, tomando posesión de ellas en nombre del rey Jorge IV. Como
consecuencia, el Colonial Office sugirió que se intimara al gobierno argentino
acerca de que las Orcadas del Sur eran territorio británico, y que el gobierno
británico reconociera que era por ignorancia de este antecedente que se había
permitido la transferencia de 1904. No obstante ello no significaba que las
islas hubieran dejado de ser británicas, aunque la Argentina podía usarlas con
fines científicos. Ante esta sugerencia, el encargado de negocios británico en
Buenos Aires respondió al Colonial Office que ese ministerio "parece no ser
consciente de que el gobierno argentino había sido oficialmente invitado, a
través de la Misión de Su Majestad, a tomar control del observatorio". La
respuesta del Colonial Office a esta reflexión fue eliminada de los registros
del Foreign Office, de modo que la censura británica nos impide conocer el
subsiguiente desarrollo de una discusión que claramente daba la razón a la
posición argentina (7).
En 1906 el gobierno argentino decidió comunicar a la
comunidad internacional el establecimiento de un observatorio permanente en las
Orcadas del Sur (8). El 23 de agosto de 1906, el ministro británico Haggard
envió una nota al canciller argentino, Manuel Montes de Oca, recordándole que el
grupo de islas Orcadas del Sur era británico. En ésta sostenía que la cesión
había sido transitoria. Según la interpretación británica, el acuerdo había sido
que el personal argentino permanecería en la estación sólo por un año.
Contrariamente, del decreto presidencial de Roca se desprende una interpretación
diferente porque éste había establecido que la renovación del personal se haría
anualmente. Además, Fitte argumenta sin mucho fundamento que "los escoceses
nunca tuvieron pensado regresar a esos parajes" (9). El poder ejecutivo juzgó
improcedente contestar la nota "por considerarla extemporánea".
En diciembre de 1906, el gobierno argentino decretó la
provisión de salarios de los miembros del equipo instalado en las Orcadas del
Sur y en la isla de Booth Wandel -fuera de la jurisdicción del gobierno
británico- y aludió al grupo de islas como estaciones en los territorios
meridionales argentinos. En este mismo sentido algunos de los miembros
argentinos de la expedición anual a las Orcadas habían sido nombrados comisarios
(10), a través de un decreto presidencial del 15 de diciembre de 1906 (11)
El 4 de enero de 1907, el nuevo ministro británico en Buenos
Aires, Walter Townley, repitió los conceptos de la nota anterior al también
reciente canciller argentino, Estanislao S. Zeballos (12). El ministro británico
recibió la respuesta el 8 de enero. En ésta el canciller recurrió a una táctica
dilatoria. Dada la poca información que tenía sobre el desarrollo del tema, en
el futuro cercano estaría en condiciones de darle una "franca y cordial
respuesta". Zeballos nunca la envió (13). Un par de años después, el 18 de marzo
de 1909, el canciller De la Plaza cometió un grueso error al enviar una nota al
gobierno británico donde aprobaba la gestión británica en todas las
"dependencias" de las Islas Malvinas (14), aceptando la inclusión de las Orcadas
en las Dependencias sin comentarios, por lo que fue duramente criticado por la
prensa argentina (15). Esta fue la misma nota en la que, sin comentarios, el
canciller acusaba recibo de las cartas patentes que extendían la jurisdicción de
dichas "dependencias" a la Patagonia y la provincia chilena de Magallanes,
mencionada en el texto central de este capítulo (16).
En mayo de 1909 el representante británico comunicó la visita
de un barco argentino a las Orcadas en relación con el mantenimiento del
observatorio, por lo que se sugería la conveniencia de que algún barco británico
visitase la zona y reafirmase la soberanía. La sugerencia, que generó abundante
correspondencia, parecía impracticable por lo inexplorado de la zona y los
peligros que podía acarrear semejante aventura. En 1910 el problema de la
soberanía en las Orcadas fue objeto de una campaña en la prensa, en la que, no
obstante, no se vituperaba a Gran Bretaña (17). Según los representantes
británicos no existían argumentos para los reclamos argentinos. Ningún barco
argentino, ni con anterioridad español, había llegado a la zona de las Orcadas
del Sur. Ni siquiera el reclamo podía fundamentarse en el tratado de Tordesillas
y en la línea que dividía los territorios españoles de los portugueses. En tal
caso, y si se aplicaba esa consideración, las Orcadas pertenecerían a Portugal y
no a España, por lo que se concluía que el reclamo argentino carecía de
fundamento (18).
El informe anual del consulado de la República Argentina
correspondiente a 1908 señalaba la cordialidad que había presidido las
relaciones con Gran Bretaña a pesar de que el asunto de las Islas Malvinas
estuviera paralizado "excepto en cuanto a que un alto funcionario me ha afirmado
su convicción de que el Gobierno de Su Majestad tiene por objeto ceder esas
islas a la Argentina en ocasión de las celebraciones del centenario del año
próximo" (19). El despacho también se refería a las islas Orcadas del Sur y a
los proyectos de cesión de las mismas al gobierno argentino, lo que generó toda
una suerte de discusiones y visiones encontradas entre los representantes
diplomáticos y el gobierno británico.
En realidad para Gran Bretaña las Orcadas no tenían gran
valor, como no fuera comercial -ligado a los derechos de pesca- y meteorológico.
Siendo un territorio vasto e inexplorado, los británicos tenían muchos problemas
para controlar y regular los derechos pesqueros. No obstante, algunos
funcionarios del gobierno pensaban que no era una buena idea la cesión con
vistas al centenario de la independencia de la Argentina, porque ello podría
sentar precedentes poco aconsejables (20).
En 1911 la discusión sobre la conveniencia para los
británicos de ceder a la Argentina la soberanía de las Islas Orcadas continuaba
entre el Foreign Office y el Colonial Office (21). Esta discusión generó un
intercambio muy significativo de comunicaciones internas británicas. Primero
deben mencionarse los despachos de la legación británica en Buenos Aires a sus
superiores. En una nota a Edward Grey del Foreign Office, fechada el 10 de
julio, Claude Russell sostenía una postura favorable al reconocimiento de los
derechos argentinos:
Lo que se debe tener en cuenta es que Argentina ha
mantenido el observatorio por ocho años a cargo de los gastos públicos.
La bandera argentina flamea en ella, y la isla es visitada en intervalos
regulares por una embarcación del Gobierno (...). En estas
circunstancias, me parece que se está creando una situación en la que
será extremadamente difícil disputar los reclamos argentinos a las islas
(...). Me inclino a creer que si el Gobierno de S.M. en algún momento
afirma activamente los reclamos británicos a las Orcadas del Sur se
encontrará con una invitación al arbitraje, cuyo rechazo sólo servirá
para incitar la mala voluntad del Gobierno y pueblo argentino. No puedo
pensar que sea sabio recurrir a un procedimiento que motivará
desavenencia, mientras ello pueda ser hecho como un acto amistoso y
espontáneo. Me aventuro a esperar que la sugerencia de Mr. Townley que
las islas sean cedidas en razón de los servicios a la ciencia prestado
por el mantenimiento del observatorio no sea perdida de vista (...)
(22).
En un despacho posterior, Russell afirmaba que la adquisición
de las islas por cesión obligaría a la Argentina a reconocer los derechos
británicos en otras islas menos disputadas, y además la posición e influencia
británica se verían acrecentadas si la decisión saliera del representante de Su
Majestad (23). Poco después, el ministro Townley sería de la misma opinión que
Russell y se propondría para visitar las Malvinas y las Orcadas a bordo del
barco de Su Majestad Glasgow, viaje que no llegaría a hacer por la
negativa del Foreign Office (24).
Finalmente, otra nota de Reginald Tower, fechada en Buenos
Aires el 25 de septiembre y dirigida al Foreign Office, manifestaba también una
opinión favorable a la cesión de las Orcadas, siempre que hubiese un quid pro
quo:
Personalmente opino que la cesión al Gobierno
argentino sería conveniente, pero estaría a favor de exigir un quid
pro quo, a fin de evitar una declaración de las autoridades
argentinas que el Gobierno de Su Majestad ha cedido por la fuerza a
abandonar sus reclamos a las islas en cuestión. Me parece que el quid
podría estar basado en un lote de terreno para una futura legación en
Buenos Aires (...) (25).
Dentro de esta discusión interna británica, la postura
opuesta estuvo representada por el gobernador de Malvinas, Allardyce, enfrentado
en este tema con los miembros de la legación británica en Buenos Aires, para
quien la cesión era una idea descabellada que iba a repercutir de forma negativa
en los ingresos de los balleneros malvinenses y que iba a restar fuerza a la
soberanía inglesa sobre otras islas (26). En el mismo sentido se expresaba la
nota perteneciente a C.P. Lucas, del Colonial Office, y dirigida al Foreign
Office, con fecha 15 de septiembre, refutando la cesión de las Orcadas dado que
ello reforzaría los títulos argentinos a las Malvinas. La nota se refería
también a un posible tratado entre los dos países y a la inclusión de la
cláusula de arbitraje:
Él [Secretario Harcourt, del Colonial Office] teme
que una oferta para ceder las Orcadas del Sur en el estado actual sería
interpretada por el Gobierno argentino como una indicación que el
Gobierno de Su Majestad tiene dudas acerca de la fuerza de su posición
en las islas Falkland; y si el tratado fuera concluido y el arbitraje
resuelto, el hecho que la oferta haya sido realizada sería considerado,
con toda seguridad, como una peligrosa admisión, de la que el Gobierno
argentino haría total uso (...) (27)
En realidad, la idea de ceder la soberanía a cambio de un
espacio para la embajada incluía también el mantenimiento de algunas prebendas:
los derechos de pesca seguirían en poder británico; la Argentina debía
comprometerse a asistir a la conferencia sobre pesca de ballenas y adherir a sus
recomendaciones; los súbditos británicos tendrían los mismos derechos que los
argentinos a la hora de pescar focas y ballenas, y, en los casos de renovación
de licencias, se daría preferencia a aquellos cuyos permisos expirasen en la
fecha de la transferencia; por último, se estipulaba que la cesión se llevaría a
cabo mediante un tratado que debería ser ratificado (28).
El gobierno británico no dejó de mostrar preocupación por las
repercusiones, por los efectos no deseados de la cesión de un grupo de islas de
poca importancia para sus intereses inmediatos. Así, se mencionaba el perjuicio
que ello podía ocasionar en los títulos británicos sobre Malvinas y las
consecuencias no previsibles de la introducción de un poder extranjero en la
zona; la pérdida de 500 libras en licencias de pesca y la posibilidad de
ampliarlas en el futuro; el daño que se podría hacer a la política de protección
de las ballenas, toda vez que la Argentina podría conceder tantas licencias como
quisiera; los efectos de una opinión pública que estaría en contra de una cesión
sin contrapartida, y la idea de intercambiar las islas por un terreno en Buenos
Aires no parecía que fuese a calmar el malestar; en resumen, se señalaba que la
ganancia del proyecto era poca y que el quid pro quo debía ser la buena
voluntad argentina -casi una cuestión de fe- respecto de la soberanía británica
en otras islas pero que éste no era un argumento de peso. Además, si como
señalaban los argentinos su único objetivo en la zona era el mantenimiento de
una base meteorológica, ésta podía seguir funcionando en territorio británico
sin que ello supusiese problema alguno (29).
No obstante, a pesar de las objeciones, el proyecto de cesión
se pondría en marcha. Para los ingleses la fórmula más apropiada para llevar a
cabo la cesión de las Orcadas era la firma de un tratado que debía ser
ratificado por el Parlamento, mientras que los argentinos eran más partidarios
de un intercambio de notas (30). Ernesto Bosch, a la sazón ministro de
relaciones exteriores argentino, en conversación con el representante británico
Reginald Tower, pretendió restar importancia al asunto, al señalar respecto de
las Orcadas que "era perfectamente consciente de que la soberanía de las islas
Orcadas del Sur no tenía valor: era meramente una cuestión sentimental respecto
de la nación argentina..." (31)
El 5 de junio de 1913, el ministro británico Tower comunicó
en un memorándum al canciller Bosch que lord Grey lo había autorizado a
proponerle que su país estaría dispuesto a renunciar a la soberanía sobre las
islas Orcadas del Sur, a cambio de recibir como compensación un terreno
apropiado en la Capital para construir el edificio de una nueva legación y la
aceptación de que se mantendrían los intereses pesqueros de los súbditos
británicos (32). El gobierno argentino en principio aceptó dialogar.
Pero en agosto de 1913, cuando se hizo patente una crisis
ministerial, el propio Bosch le respondió al representante británico que el
gobierno no estaba en condiciones de atender las demandas británicas porque
tenía "otras cosas en que pensar" (33). Pasada la crisis se volvió sobre el
asunto y ciertos tecnicismos -se discutiría sobre la conveniencia de incorporar
el concepto de "sujetos" en lugar de "personas" en la cesión- ocuparían a los
representantes de ambos países. Había ciertas diferencias respecto de las
condiciones de la cesión: el gobierno argentino estaba dispuesto a respetar los
derechos de pesca siempre y cuando los británicos se sometiesen a la legislación
argentina; problemas entre la cláusula de nación más favorecida propuesta por
los argentinos y la de igualdad de derechos para la pesca presentada por los
ingleses, por citar algunos (34).
Los británicos señalaban la necesidad de incorporar la
siguiente frase en el preámbulo del acuerdo propuesto por la Argentina: "en
orden a erradicar cualquier eventual motivo de diferencias en sus posesiones en
los mares del sur" (35), así como incluir la existencia de un observatorio
meteorológico siempre y cuando figurase que su instalación se había efectuado
por invitación de Su Majestad (36). Con ello parecían cumplir con el cometido
propuesto, cual era el de ceder las islas a cambio de que la Argentina respetase
sus derechos en aquellas posesiones consideradas más importantes.
Pero el principal obstáculo para llegar a un acuerdo residió
en que ambas partes invocaron derechos de dominio superiores sobre el territorio
a transferir. Como consecuencia de ello, las conversaciones se estancaron, pues
la Argentina pretendía que fueran reconocidos sus reclamos previos a estas
islas, mientras que Gran Bretaña se negaba a hacerlo. Vale la pena recorrer el
intercambio de notas. El 3 de septiembre el ministro Tower presentó al gobierno
argentino el borrador de un posible convenio sobre el tema. Los artículos
principales sostenían:
1. Bajo reserva de las ratificaciones del Parlamento
británico, la soberanía sobre las islas Orcadas del Sur es cedida
por Su Majestad Británica a la República Argentina.
2. La República Argentina se compromete a que los
súbditos británicos conservarán su actual derecho de pesca en las aguas
territoriales de las islas Orcadas del Sur (...)
3. La República Argentina se compromete a seguir
concediendo a los súbditos británicos el derecho de cazar ballenas y
focas, en las mismas condiciones que los ciudadanos argentinos.
4. La República Argentina cede a Su Majestad
Británica un solar apropiado para la casa de la Legación en Buenos Aires
(37).
Al respecto, Fitte sostiene que el artículo primero era
inadecuado porque suponía que la Argentina confesaba de ese modo que "la
posesión de la isla Laurie era el producto de una vulgar usurpación" (38).
El 26 de septiembre Bosch envió una contrapropuesta que, sin
modificar el espíritu de entendimiento, buscaba eliminar las frases ríspidas
para su país. En el encabezamiento afirmaba que la Argentina y Gran Bretaña:
han resuelto un cambio de cortesías y decidido
concluir una Convención para hacer desaparecer todo motivo eventual
de discrepancia en sus respectivos dominios de los Mares del Sur
(...) (39).
La sección dispositiva se presentaba así:
I.a) Bajo reserva de la ratificación del Parlamento
Británico, y en las condiciones que se consignan en los artículos a
continuación, Su Majestad Británica da por incorporadas al dominio
argentino las Islas Orcadas del Sur, donde desde el año 1904 se
encuentra establecido el Observatorio Meteorológico Argentino (...)
II. Como testimonio perdurable de los sentimientos y
propósitos que inspiran el presente convenio, el Gobierno de la
República Argentina ofrece, y el de Su Majestad Británica
acepta, un solar en la capital de la República Argentina para sede
de la Legación Británica (40).
Sin duda este borrador mejoraba para la Argentina la
proposición británica dado que "soslayaba la controvertida cuestión del dominio
de las islas", y el segundo artículo sonaba más suave eliminando todo aspecto de
trueque o enajenación simulada al intercambio. Finalmente, el día 10 de enero de
1914 Tower remitió a Bosch las correcciones finales introducidas por su
gobierno. En éstas, los británicos insistieron en mantener en su forma original
el artículo 1º del memorándum del 3 de septiembre del año anterior (41).
El gobierno argentino no dio respuesta al oficio. En marzo de
1914, los cambios en este gobierno -Victorino de la Plaza nombrado presidente en
funciones y José Luis Murature ministro de relaciones exteriores- retrasarían
sine die la propuesta de cesión. El nuevo ministro le hacía saber entonces
al ministro británico que la posibilidad de cederles un terreno era remota ante
la crisis económica por la que atravesaba el país y decidían conjuntamente
cerrar el asunto (42).
Recién en 1925 se reanudaron los intercambios entre ambos
países con motivo de las Orcadas. La Argentina comenzó la construcción de una
estación de radio en la isla Laurie y solicitó a la Oficina Internacional de
Telégrafos una señal de llamada (43). El 24 de julio la embajada británica en
Buenos Aires protestó ante el gobierno argentino respecto de la instalación de
la estación. El canciller Angel Gallardo le respondió el 30 de noviembre que no
podía aceptar ninguna reserva sobre el tema ya que el gobierno argentino se
hallaba limitado, dentro de su territorio, sólo por los reglamentos
internacionales aceptados por el país (44).
En los años de 1926 y 1927, Gran Bretaña reiteró las
protestas por la señal de llamada argentina de la isla Laurie e insistió en que
poseía la soberanía sobre las Orcadas del Sur (45). A pesar de ello, la estación
argentina comenzó a operar el 14 de septiembre de 1927 (46). El 15 de diciembre
de ese año, ante otra protesta británica por la estación de radio, el gobierno
argentino le recordó al embajador inglés los términos de la comunicación de 1925
(47). También en 1927 la Argentina intentó reabrir las negociaciones para una
eventual propuesta de cesión formal de las Orcadas para 1931, pero no tuvo éxito
(48). Al mismo tiempo, la Argentina solicitó a la Unión Postal de Berna que
notificara a sus oficinas que la jurisdicción argentina, tanto de facto
como de jure, incluía el área continental, las aguas territoriales, y las
islas del Atlántico Sur (de los Estados, del Año Nuevo, Georgias del Sur y
Orcadas del Sur) así como las tierras polares cuyos límites aún no se habían
definido. Se precisaba que las Malvinas estaban incluidas por derecho bajo su
jurisdicción, pero que, a diferencia de las tierras antedichas, los ingleses las
ocupaban de hecho (49). Al año siguiente, el 20 de enero de 1928, la Argentina
respondió a la protesta británica de 1927, arguyendo que su soberanía de las
Orcadas del Sur estaba basada en que "la primera ocupación fue constantemente
mantenida" (50).
No obstante, las dudas íntimas de los británicos respecto de
la legitimidad de sus pretensiones a las Orcadas eran muy serias. Ejemplo de
ello es la carta del embajador Malcolm Robertson a Ronald Lindsay, donde se
expresaban primero las dudas ya citadas respecto de la legitimidad del título
británico a las Malvinas. Respecto de las Orcadas, Robertson era aún más
escéptico:
Nuestra posición en las Orcadas del Sur es, según
creo, más débil aún. Pero allí los argentinos están en ocupación y una
bandera argentina ha estado flameando sobre las islas durante los
últimos veiticuatro años. ¿Estamos preparados para arriarla? Si no es
así, permanezcamos callados y continuemos emitiendo licencias para la
caza de ballenas que parece ser un oficio lucrativo para el gobierno de
las islas Falkland. Ya que el gobierno argentino no ha presentado
objeción alguna a nuestra emisión de esas licencias, ¿porqué diablos
debemos provocar un desastre al (1) llamar la atención sobre el hecho de
que emitimos licencias, y (2) al insistir en que ellos deben pedir una
licencia radiotelefónica para la estación metereológica, cuando lo más
probable es que de ningún modo estén de acuerdo? (...) No pienso ni por
un momento que Ud. encuentre que aun con los méritos del caso nuestra
posición es tan fuerte que podamos afrontar un alboroto (51).
De este modo, el eje de Malvinas y demás islas del Atlántico sur en las
relaciones anglo-argentinas se desenvolvía según las previsiones de la más cruda
escuela "realista" de relaciones internacionales. Los británicos entendían que
no tenían razón, decían tenerla, no cedían un ápice, y hacían los negocios más
provechosos posibles. A su vez, la Argentina estaba impedida de avanzar porque
económicamente dependía de Gran Bretaña y militarmente era incomparablemente más
débil. Clara muestra de la conciencia de esta asimetría es el cínico memorándum
Fitzmaurice del 6 de febrero de 1936 ya visto.
-
R. Perl, ed., op. cit., p. 10.
-
E.J. Fitte, op. cit., pp. 163-164.
-
Ibid., p. 168.
-
Ibid., pp. 169-171.
-
Ibid., p. 171. El texto fue publicado en el
Boletín Oficial con fecha 5 de enero de 1904, Nº 14396:
Buenos Aires, Enero 2 de 1903 [sic]
En vista de la Nota del Jefe de la Oficina
Meteorológica y de los demás antecedentes y documentos relativos al
establecimiento de nuevas estaciones meteorológicas y magnéticas en
los Mares del Sur de la República, y
Considerando:
Que es de alta conveniencia científica, y
práctica extender á dichas regiones las observaciones que se hacen
en el Observatorio de la Isla de Año Nuevo [Laurie] y en el Sur de
la República,
El Presidente de la Nación Decreta:
Art.1 Autorizase al Jefe de la Oficina
Meteorológica Argentina para recibir la instalación ofrecida por el
Señor Williams S. Bruce, en las Is. Orcadas del Sur y establecer un
observatorio meteorológico y magnético en las mismas (...)
En el artículo 2 decreta que el personal del observatorio
pertenecerá a la Dirección Meteorológica Nacional dependiente del Ministerio
de Agricultura; el artículo 3 indica que el personal será relevado
anualmente por buques de la Armada; finalmente, los artículos 4 y 5 tratan
el tema del presupuesto (Ministerio de Agricultura) y de forma,
respectivamente.
-
E.J. Fitte, op. cit., p. 176; PRO FO 371/598, memo
"Claims of South States to Antarctica, 13 de abril de 1909.
-
FO/371/12735/A2070/128/2, Memorándum Field ya citado, en
E. Ferrer Vieyra, 1993, op. cit., pp. 478-479.
-
PRO FO 371/194, despacho del representante británico al
FO, diciembre de 1906.
-
E.J. Fitte, op. cit., pp. 181-182. Según la óptica
británica, el hecho de que ondeara la bandera argentina en el observatorio
-suceso que para los argentinos era una prueba de su reclamo- y que los
británicos no se hubieran opuesto a ello reforzaba la posición de Gran
Bretaña, que en ningún momento había contemplado la posibilidad de litigio
sobre la zona. PRO FO 371/194, despacho del representante británico al FO,
diciembre de 1906.
-
Según expresaba el ministro británico en su informe, "una
especie de mezcla de oficial policial y magistrado policial, uno para cada
una de las diferentes islas. Esto parecería para reforzar una declaración
tácita de su derecho de jurisdicción". PRO FO 371/194, despacho del
representante británico al FO, diciembre de 1906.
-
PRO CO 78/111, despacho confidencial del FO, 20 de
diciembre de 1906.
-
Texto en E.J. Fitte, op. cit., pp. 183-185.
-
Ibid., pp. 185-186.
-
Según el Informe Torr de 1927, en E. Ferrer Vieyra, 1993,
op. cit., pp. 421-422 y 426.
-
E. Ferrer Vieyra, 1993, op. cit., p. 412. La carta
del ministro C. Russell dice: "Es verdad que el Dr. Plaza en su nota del 18
de marzo de 1909 aceptó su inclusión entre las Dependencias de las Falkland
sin comentario, pero su acción al realizar esto ha sido severamente
criticada en la prensa; no creo que su sucesor en el cargo se comprometa a
eso".
-
Ver también el memorándum de J.C.W. Torr (Foreign Office)
del 8 de diciembre de 1927 (FO/371/12735), donde estos antecedentes son
nuevamente estudiados.
-
PRO CO 78/116, Memorándum South Orkneys, 26 de mayo de
1910.
-
Ibid.
-
PRO CO 78/115, informe del FO, 18 de mayo de 1909; PRO FO
371/598, Argentine Republic, Annual Report, 1908.
-
PRO CO 78/116, despacho del FO, 25 de mayo de 1910.
-
En general los trabajos de historia diplomática sobre las
relaciones entre la Argentina y Gran Bretaña por la soberanía de las islas
se inclinan más por debatir los aspectos jurídicos que por desentrañar los
procesos que llevaron a sostener tales o cuales posiciones. Por ejemplo
Fitte, quizás el historiador que más ha elaborado sobre el tema de las
Dependencias, titula el capítulo sobre las negociaciones por la cesión de
las Orcadas "Un minuto de debilidad", sin presentar más explicaciones que
"Gran Bretaña volvió a mostrar de golpe otro momento de flaqueza, que aún
nos llena de estupor". E.J. Fitte, op. cit., p. 191. Además, no
discute el intercambio entre los organismos ingleses de 1911.
-
E. Ferrer Vieyra, 1993, op. cit., pp. 411-412.
-
PRO CO 78/120, despacho del representante británico en la
Argentina, 29 de agosto de 1911.
-
PRO FO 371/1295, Argentine Republic, Annual Report, 1911,
p. 113.
-
F.O. 371/1288, en E. Ferrer Vieyra, 1993, p. 415.
-
PRO CO 78/120, despacho del representante británico en la
Argentina, 29 de agosto de 1911.
-
F.O. 371/1288, en E. Ferrer Vieyra, 1993, pp. 414-415.
-
PRO CO 78/128, despacho FO, 15 de enero de 1913, y
despacho del FO de 22 de febrero de 1913; PRO FO 371/1897, Argentine
Republic, Annual Report, 1913.
-
PRO CO 78/124, despacho FO, 11 de noviembre de 1912.
-
PRO FO 371/1573, Argentine Republic, Annual Report, 1912;
PRO FO 371/1897, Argentine Republic, Annual Report, 1913.
-
PRO CO 78/128, despacho de Tower, 7 de abril de 1913.
-
E.J. Fitte, op. cit., pp. 193-195.
-
PRO CO 78/128, despacho de Tower, 16 de agosto de 1913;
que el ministro tenía "other fish to fry", son las palabras que utiliza
Tower para transmitir la respuesta de Bosch.
-
PRO CO 78/128, despachos del FO, 4 de septiembre, 12 y 19
de noviembre, y 10 y 16 de diciembre de 1913.
-
Ibid., despacho de Tower, 16 de diciembre de 1913.
-
Ibid., despacho, 16 de diciembre de 1913; PRO CO
78/132, despacho FO, 14 de febrero de 1914.
-
E.J. Fitte, op. cit., pp. 197-198, énfasis
agregado.
-
Ibid., p. 198.
-
Ibid., p. 200, énfasis agregado. Posteriormente,
los británicos sostendrían que los términos de este borrador del tratado
eran una indicación de que la Argentina reconocía los derechos británicos.
-
Ibid., pp. 200-201, énfasis agregado.
-
Ibid., pp. 202-203.
-
PRO CO 78/132, despacho FO, 23 de marzo de 1914. Años más
tarde, un memorándum de J.C.W. Torr, con fecha diciembre de 1927, describía
el proceso en términos semejantes:
En 1913 se acordó un texto, pero en 1914 un nuevo
Gobierno argentino tomó el poder, y de acuerdo a la comunicación de
Sir R. Tower Nro. 46 del 20 de marzo de 1914, no deseaba afrontar
los gastos que su parte de la oferta le haría contraer (...) Sir M.
Robertson afirma que el proyecto no fue aprobado por el Gobierno
argentino a causa del uso de la palabra "cesión" para describir la
transferencia de las islas a Argentina (...). E. Ferrer Vieyra,
1993, op. cit., pp. 428-429.
Fitte agrega que este final fue positivo para la
Argentina dado el error cometido por los funcionarios argentinos al
introducir en la parte declaratoria del borrador la frase "...para hacer
desaparecer todo motivo eventual de discrepancia en sus respectivos dominios
de los Mares del Sur..." que podría ser, y de hecho lo fue, interpretada
como una renuncia a la reivindicación de las Malvinas y restantes islas del
Atlántico Sur. E. J. Fitte, op. cit., pp. 204-205.
-
R. Perl, ed., op. cit., p. 79.
-
J. Arce, op. cit., p. 111.
-
R. Perl, ed., op. cit., p. 79. Algunos memorándums
británicos de los años 1925 y 1927 alegan que la Argentina nunca presentó un
reclamo formal ante el gobierno británico respecto de las Orcadas y las
Georgias (ver memorándums de J.C.W. Torr del 8 de diciembre de 1927 sobre
las Falkland, Georgias y Orcadas del Sur, y del mismo autor, también de
diciembre de 1927, sobre las Orcadas del Sur; en el segundo de estos
documentos se cita uno anterior de 1925). Este alegato parece indefendible
en tanto existieron conversaciones sobre la posible cesión de las Orcadas a
la Argentina, y en tanto la Argentina rechazó el acuerdo de cesión por
discrepar respecto del uso del mismo término "cesión", que podría
interpretarse como significando que antes habían sido británicas.
-
E.J. Fitte, op. cit., p. 241.
-
J. Arce, op. cit., p. 111.
-
E.J. Fitte, op. cit., pp. 205-207.
-
J. Arce, op. cit., p. 112; texto J.L. Muñoz Azpiri,
op. cit., II, p. 374.
-
R. Perl, ed., op. cit., p. 80.
- FO 371/12736/136168, E. Ferrer Vieyra, 1993, op. cit., p. 481.
Esta información procede de
"Historia General de las Relaciones Exteriores de la Argentina" se
han vinculado solo los temas relacionados con Malvinas. Esta obra esta compuesta
de 14 tomos publicada por Iberoamérica y los Directores son Andrés Cisneros y
Carlos Escudé.
El presente material podrá ser utilizado con fines estrictamente académicos
citando en forma explícita la obra y sus autores. Cualquier otro uso deberá
contar con la autorización por escrito de los autores.
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Historia de las Islas Malvinas
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