Malvinas / Historia
La disputa de las Islas Malvinas (1833-1945)
Por otra parte, y como ya se señaló, el argumento británico
había evolucionado considerablemente desde la antigua y poco sofisticada
reivindicación del título histórico anterior a 1774 (cuando los británicos
abandonaron Puerto Egmont), hasta la vuelta de tuerca de que, aunque el título
histórico no fuese perfecto, cien años de ocupación ininterrumpida otorgaban
derechos.
Por cierto, en un contexto de cambios de estrategia
británicos y considerable complacencia argentina, lo único verdaderamente
constante hasta la Segunda Guerra Mundial fue la firme negativa británica de
discutir con la Argentina la soberanía sobre las Islas Malvinas. Por lo demás,
su explicable rechazo a la oferta argentina de someter el caso a arbitraje
(sumado al contenido de varios documentos británicos claves) arroja fuertes
sospechas sobre la seguridad del gobierno británico acerca de la validez de sus
títulos (1).
Una pregunta quizás obvia es por qué el gobierno argentino no
reclamó las Malvinas con mayor energía y frecuencia durante las últimas décadas
del siglo pasado y las tres primeras del actual. Una repuesta convincente es la
de los autores Hoffman y Hoffman, que centran su explicación en razones de
crecimiento económico:
Es probable que en esa época la gente del gobierno
pensara que era mejor no complicar las cosas con firmes demandas para
que se le devolvieran las islas, porque con ayuda de Gran Bretaña la
Argentina estaba experimentando un crecimiento económico casi inigualado
en el mundo. Desde la década de 1860 las inversiones se habían
incrementado enormemente. Por consiguiente, en general y hasta la década
de 1940, los gobiernos argentinos no eran necesariamente pro-británicos,
pero al menos no se opusieron a la abrumadora supremacía inglesa sobre
la vida económica del país (2).
Después de la Segunda Guerra Mundial el poder de Gran
Bretaña declinó, el vínculo económico entre la Argentina y el Reino Unido se
deterioró, y esta postura argentina cambió. Así, los niveles de confrontación
crecieron conforme decrecía la presencia económica británica en el país (3).
Resta, finalmente, preguntarse acerca del efecto sobre los
derechos de la Argentina que pudieron tener los largos períodos de inactividad
diplomática en torno del tema Malvinas. Según un analista agudo como Gustafson,
el hecho de que la Argentina no haya reclamado durante 1849 y 1884, y entre 1888
y 1908, no debilita sus reclamos porque ésta ya había sostenido en 1849 que la
ausencia de futuros reclamos no significaba que el país abandonaba sus reclamos.
Además, existe consenso entre los especialistas del derecho internacional acerca
de que para que la prescripción de un título prospere deberían pasar no menos de
cincuenta años sin reclamo. Según la argumentación argentina, sólo
transcurrieron treinta y cinco años, y aunque no se contabilice la protesta a
Italia de 1908, el máximo número de años transcurridos sin protesta argentina
fue cuarenta. Además, la tesis británica de la prescripción adquisitiva se ve
debilitada por el hecho de que la Argentina no firmó tratado alguno que
implicara reconocimiento para Gran Bretaña.
También es preciso recordar que la noción de prescripción
adquisitiva se podría aplicar en contra de Gran Bretaña por su falta de reclamos
entre 1774 y 1829, período que (al contrario del caso de la Argentina) sí supera
los cincuenta años exigidos por el derecho internacional (4). De tal modo, todos
los argumentos británicos basados en sus derechos previos a 1774 carecerían de
valor, precisamente por el uso británico de la tesis de la prescripción
adquisitiva, y (descartada la tesis de res nullius en 1833) sólo les
quedaría el derecho de conquista a partir de 1833, sin prescripción adquisitiva,
debido a que nunca transcurrieron cincuenta años entre protestas argentina
consecutivas, y debido también a la ausencia de un tratado legitimador como
aquellos por los cuales España cedió a Gibraltar, Bolivia cedió su litoral
marítimo, y Paraguay cedió a Formosa y Candelaria (a la Argentina).
De cualquier modo, y sea cual fuere la evaluación que cada
observador parcial o imparcial haga del conjunto total de antecedentes, lo
cierto es que el litigio de Malvinas generó niveles muy bajos de confrontación
hasta la fecha que elegimos para dar término a este capítulo, adjudicándole el
gobierno argentino una muy baja prioridad en el contexto de sus políticas
exteriores, para las cuales la buena relación económica y política con Gran
Bretaña era esencial. Contrariamente, el período que se inicia a partir del fin
de la Segunda Guerra Mundial mostrará que, a pesar de una mejor predisposición
de Gran Bretaña para negociar, los niveles de conflicto crecerían hasta
dispararse en 1982.
-
L.S. Gustafson, op. cit., p. 33.
-
Fritz Hoffmann y Olga Hoffmann, Soberanía en disputa.
Las Malvinas/Falklands, 1493-1982, Buenos Aires, Instituto de
Publicaciones Navales, 1992, pp. 101-102.
-
A pesar de los roces, ambos gobiernos decidieron adoptar
mutuamente como curso de acción políticas amigables en función de la
complementariedad de sus economías. P.B. Goodwin, op. cit., p. 45.
-
L.S. Gustafson, op. cit., pp. 34-35.
Esta información procede de
"Historia General de las Relaciones Exteriores de la Argentina" se
han vinculado solo los temas relacionados con Malvinas. Esta obra esta compuesta
de 14 tomos publicada por Iberoamérica y los Directores son Andrés Cisneros y
Carlos Escudé.
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