Malvinas / Historia
Malvinas y la diplomacia bilateral anglo-argentina, 1945-1981
- Las relaciones bilaterales durante el "Proceso", 1976-1981
A partir del 24 de marzo de 1976 se instauró en la Argentina un
nuevo gobierno de facto que optó por continuar con las negociaciones
(1). En marzo, los británicos, también con un nuevo gobierno
(laborista), revisaron su política y decidieron abrir el diálogo con
una agenda más amplia que podría incluir "futuras negociaciones
constitucionales" (2). Kinney resume esta apertura como "nuevo
gobierno, nuevas negociaciones, nuevos posibles términos" (3).
Una vez más la visión de los analistas sobre estos
acercamientos difieren. Mientras que para Beck, este nuevo período
es uno en donde ambas partes, y especialmente, el Gobierno
británico, trataron de alcanzar un arreglo (4). Por el contrario,
para autores argentinos como, por ejemplo, Virginia Gamba,
A partir de 1976 Gran Bretaña intentó dilatar la
negociación seria con la Argentina, no vacilando para ello
en quebrar las resoluciones pertinentes de las Naciones
Unidas ni en repudiar la buena fe argentina concretada en el
Acuerdo de Comunicaciones de 1971 (5).
A pesar de las percepciones encontradas, en la práctica si
existieron factores que dificultaron la posibilidad de alcanzar una
solución. Entre ellas estaban, principalmente, la tensión en la que
se hallaba sometido el Gobierno británico frente a la demanda
Argentina de soberanía y su compromiso de respetar los deseos de los
isleños de mantenerse súbditos de la Corona (6). Por el lado
argentino, estaba su intransigencia respecto de apartarse de
cualquier solución intermedia o más flexible que la de plena
soberanía.
El Canciller del nuevo Gobierno militar, contraalmirante
César A. Guzzetti, reinició el diálogo sobre la cuestión de las
Malvinas. En París, los días 10 y 11 de julio se realizaron
reuniones secretas entre los delegados argentinos y los
representantes británicos (7). Los encuentros prosiguieron en Buenos
Aires, en agosto de 1976, los días 7 y 8 a bordo de la Fragata
ARA Sarmiento y ya en 1977, los días 22 y 23 de febrero, en la
Cancillería y la Embajada Británica de aquella ciudad. Las
conclusiones de estas conversaciones se mantuvieron confidenciales
(8).
Lanús informa que en el año de 1976 el gobierno argentino
presentó una propuesta escrita al gobierno Británico para un
progresivo traspaso de soberanía de las islas (9). La propuesta
contemplaba una etapa previa de Administración Conjunta, luego
llegaría "el momento en que el Gobierno de la República Argentina
asumirá la totalidad de las funciones constitucionales,
administrativas, judiciales, legislativas, la responsabilidad de la
defensa y la conducción de las relaciones exteriores en las Islas
Malvinas, reconociendo en esa oportunidad el Gobierno Británico la
plena soberanía argentina". Se proponía que la administración
conjunta durara ocho años y se agregaron luego, detalles referentes
a las garantías a otorgarse a los isleños (10). Al mismo tiempo, los
británicos también presentaron "una serie de ideas". Una de ellas
apuntaba a la cooperación en aquella región del Atlántico sobre
derecho del mar, régimen de pesquerías y explotación de
hidrocarburos (11).
A mediados de julio de 1976, el ministro de economía del
gobierno militar de la Argentina, José Alfredo Martínez de Hoz,
realizó su primera visita a Londres, con el fin de asegurar muy
necesarios prestamos para el país. El Gobierno británico y los
medios financieros, tuvieron entonces esperanzas de haber hallado en
él a un interlocutor para poder hablar de cooperación en el
desarrollo de las Islas. El ministro Martínez de Hoz realizó entre
1976 y 1980 cinco visitas a Londres. En todas ellas, enfatizó la
cooperación por sobre la confrontación (12). Esta actitud "soft" del
ministro de economía encontró la constante oposición del Ministerio
de Relaciones Exteriores (13). Este último logró finalmente
prevalecer.
El 20 de julio de 1976 se dio a conocer en Londres el Informe
Shackleton. Según el periódico Times éste hacía hincapié en la
debilidad de la economía monoproductora de las Islas y la necesidad
de la cooperación con la Argentina para diversificarla a través de
la pesca y la extracción de petróleo (14). Aparentemente, los
redactores del Informe esperaban que se pudiera lograr la
cooperación económica sin alterar el status político de las
Islas (15). Para algunos, el Informe había reforzado la visión en el
Gobierno británico que la cooperación era el mejor camino para el
desarrollo de las Islas y, aunque "excluía cualquier asunto
relacionado con el futuro político", en el mismo los asuntos
políticos y los económicos se presentaron sin distinción (16). En
consecuencia, el Gobierno británico envió copias del Informe al
Gobierno argentino. La respuesta de éste no se hizo esperar, no hizo
comentarios al respecto, dado que, en su opinión, el problema
fundamental de la soberanía no había sido tratado. La Cancillería
sostuvo que,
Respecto de una hipotética cooperación entre la Argentina
y el Reino Unido para el desarrollo de industria y petróleo
en las Malvinas, el Ministerio de Relaciones Exteriores
repite la posición del Gobierno argentino que es que el tema
esencial por resolver es la disputa por la soberanía y, por
lo tanto, no tiene comentarios para hacer en asuntos que no
estén directamente relacionados con ellos (17).
Al mismo tiempo que se desarrollaban los encuentros diplomáticos
bilaterales, la Argentina se movilizó en las Naciones Unidas y el 1
de diciembre de 1976 se aprobó la Resolución 31/49 (XXXI) de la
Asamblea General (ver arriba).
En el campo de los hechos, durante la campaña del verano
austral de 1976/77, el rompehielos argentino ARA General San
Martín y el transporte ARA Bahía Aguirre transportaron el
material y el personal para instalar una base en las Islas Sandwich
del Sur. A partir del 7 de noviembre de 1976, ingenieros de la
Armada comenzaron a construir la Estación Científica Corbeta Uruguay
en la Isla Morrell (18), perteneciente al Grupo de las Islas Tule
del Sur en el extremo más austral de las Sandwich. La construcción
llevó cuatro meses y la estación fue inaugurada oficialmente el 18
de marzo de 1977 (19). El día 20 de diciembre, el helicóptero del
HMS Endurance observó la presencia de los militares argentinos
en el último confín de las "Falkland's Dependencies". El 5 de enero
de 1977, el Foreign Office pidió explicaciones por la acción
unilateral de la Argentina a su Encargado de negocios en Londres .
El 14 de enero, la Cancillería argentina respondió que su objetivo
en el Grupo de las Tule era la instalación de una estación
científica y que dicha operación se hallaba dentro "del área de
soberanía argentina", al mismo tiempo la respuesta insinuaba la
esperanza por parte del gobierno argentino de que el hecho no se
utilizara como una excusa por parte del Reino Unido para romper las
negociaciones. La nota sugería que la estación no sería un
establecimiento permanente (20). A la nota siguieron los
intercambios entre encargados de negocios y finalmente, el 19 de
enero, el Reino Unido presentó una protesta formal en la que
denunciaba que el establecimiento de la base científica por parte de
los argentino era una violación a la soberanía británica en las
Islas Sandwich del Sur. Pero la protesta no fue acompañada de un
ultimátum y expresaba que el Gobierno de Su Majestad esperaba ser
informado de la conclusión del programa científico. La decisión pasó
entonces a los argentinos quienes reforzaron su presencia en la Isla
hasta ser desalojados definitivamente el 20 de junio de 1982. Los
británicos no hicieron ningún anuncio público y la existencia de la
estación fue hecha pública recién en mayo de 1978, pero el tema no
fue expuesto públicamente en los próximos 5 años (21). El Informe
Franks afirma que los argentinos habían preparado un plan de
contingencia en caso de que los británicos hubieran decidido
desalojar la estación. El plan consistía en tomar represalias contra
el grupo británico de investigación antártica en las Georgias del
Sur y así escalar hasta ocupar las Malvinas en una operación
argentina conjunta de la Armada y la Fuerza Aérea acompañada de
acciones diplomáticas en las Naciones Unidas (22). Olivieri López
rechaza esta versión:
Si esta hipótesis fuera cierta, más lógico hubiese sido
instalar una base en las Georgias. En realidad el objetivo
que el autor conoce fue producir un hecho posesorio en un
archipiélago que por derecho pertenece a la Argentina (23).
Para un analista como Kinney, el incidente de la Isla Morrell es
significativo y paradójico. Por un lado, la reacción británica
demuestra su moderación en las negociaciones por las Malvinas. Pero
por otro lado, como demostración de su voluntad política de hacer
valer sus derechos fue pobre (24). Durante todo esta proceso, Gran
Bretaña intentó mantener controlada la situación para evitar adoptar
la política de la "Fortaleza de las Falkland" que le resultaría
mucho más onerosa (25).
Mientras esto sucedía en el Atlántico Sur, Lord Shackleton
había convencido al Gobierno británico de adoptar las
recomendaciones de su informe respecto de buscar la cooperación o
participación argentina para el desarrollo de los recursos en las
aguas circundantes a las Malvinas. Como consecuencia de ello el
Secretario de Estado del Foreign Office, Anthony Crosland, publicó
el 2 de febrero de 1977 una declaración en la que expresaba su apoyo
a las recomendaciones de Lord Shackleton. Afirmó, además, que el
temario sobre el futuro de las Islas era amplio pero que su
principal preocupación eran "las posibilidades de cooperación" entre
ambos países. El texto finalizaba con las conocidas reservas sobre
el tema de la soberanía en la cual el Gobierno de Su Majestad no
veía su posición perjudicada, que cualquier cambio debía ser
aceptado por los isleños y que se los consultaría continuamente
(26).
A mediados de febrero, Crosland envió a Edward Rowlands a las
Islas y también a Buenos Aires para conocer la opinión y tratar de
convencer a los isleños acerca de las ventajas de esta política del
Gobierno. De este modo, el gobierno británico esperaba que los
isleños y los argentinos acordaran ciertas bases para negociar sobre
cooperación económica (27). En las Islas, Rowlands no encontró apoyo
por parte de los isleños para quienes el concepto de "desarrollo
conjunto" utilizado por el funcionario les generaba desconfianza. El
funcionario del Foreign Office también se reunió con el Canciller
Guzzetti el 15 de febrero. Luego de dos días de conversaciones,
ambos informaron que las conversaciones sobre las Islas pasarían a
tener el rango de negociaciones y que los respectivos embajadores
serían repuestos en las respectivas capitales (28).
Recién el 19 de abril de 1977, se emitió un comunicado de
prensa conjunto en el que se anunciaron negociaciones "que se
refieren a las futuras relaciones políticas incluyendo la soberanía,
con relación a las Islas Malvinas, las Georgias del Sur y las
Sandwich del Sur y a la cooperación económica con respecto a dichos
territorios en particular y al Atlántico Sudoccidental en general".
La Argentina y Gran Bretaña elaborarían conjuntamente "una solución
pacífica a la disputa existente entre los Estados sobre la soberanía
y al establecimiento de un marco para la cooperación económica
argentino-británica" (29). Al retornar de su visita a las Malvinas
el 22 de febrero, el Secretario Rowlands expresó en Comodoro
Rivadavia su predisposición para discutir el tema de la soberanía y
que esto sería tratado en las próximas negociaciones (30). Este
cambio de actitud pública por parte de un funcionario del Gobierno
británico respondía a que según Rowlands, el Gobierno de las Islas
había "aprobado la intención del Gobierno británico de intentar
establecer las bases para negociaciones con el gobierno de la
Argentina" (31). En este caso no significaba que la posición el
gobierno isleño fuera congruente con la de los habitantes de las
Islas. En general los Gobernadores nombrados tendieron a apoyar la
cooperación económica, si esas eran las directivas del Foreign
Office (32).
A su regreso a las Islas Británicas, Rowlands fue recibido
fríamente por una prensa cuyos titulares anunciaban "Miedo en las
Falkland a ser rematadas" y los miembros del Parlamento criticaron
su fácil predisposición para discutir sobre la soberanía (33).
Al mismo tiempo, desde la Argentina se intentó comprar la
Compañía de las Islas Falkland (Falkland Islands Company). Pero la
venta se frustró cuando el Gobierno británico prohibió semejante
operación (34).
A pesar de todo, el 26 de abril fue dado a conocer un
comunicado conjunto anglo-argentino donde ambos gobiernos informaron
que habían alcanzado un acuerdo sobre los términos del mandato para
las negociaciones sobre las islas,
Los Gobiernos de la República Argentina y del Reino Unido
de Gran Bretaña e Irlanda del Norte han acordado mantener
negociaciones a partir de junio o julio de 1977, las que se
referirán a las Islas Malvinas, las Georgias del Sur y las
Sandwich del Sur, y a la cooperación económica con respecto
a dichos territorios en particular y al Atlántico
Sudoccidental en general. En estas negociaciones serán
tratadas las cuestiones que afectan el futuro de las Islas,
y las negociaciones se dirigirán a la elaboración de la
solución pacífica a la disputa existente entre los dos
Estados sobre soberanía, y al establecimiento de un marco
para la cooperación económica argentino-británica, la que
contribuirá substancialmente al desarrollo de las Islas y de
la región en general.
Un objetivo importante de las negociaciones será lograr
un futuro estable, próspero y políticamente duradero para
las Islas, cuya población será consultada por el Gobierno
del Reino Unido durante el transcurso de las negociaciones.
El acuerdo de celebrar estas
negociaciones, y ellas mismas, no perjudican las posiciones
de uno u otro Gobierno relativas a la soberanía sobre las
Islas.
El nivel de representación de las
negociaciones, y las fechas y los lugares donde se llevarán
a cabo, serán determinados por el acuerdo entre los
Gobiernos. Si resultare necesario, se podrán establecer
grupos de trabajo especiales (35).
El mismo día, el nuevo Secretario de Estado, David Owen, sostuvo
ante el Parlamento que el objetivo de las negociaciones estaría
dirigido a alcanzar una solución pacífica a la disputa
existente entre los dos estados por la soberanía, y el
establecimiento de una estructura para la cooperación
anglo-argentina que contribuirá sustancialmente al
desarrollo de las Islas, y de la región en su totalidad
(36).
Se ve claramente que mientras que para el Reino Unido las
negociaciones deberían enfatizar la cooperación económica; para la
Argentina, por el contrario, deberían enfatizar la soberanía (37).
Poco antes del comienzo de la primera ronda de negociaciones
a llevarse a cabo en Roma, julio de 1977, el Secretario Owen,
presentó un documento al Comité de Defensa. El mismo es importante
porque sintetiza la posición del Gobierno británico frente a una
situación en la cual debía considerarse tanto la negociación
internacional como el frente político interno. Sobre el mismo dice
el Informe Franks:
[El documento] sostenía que eran necesario mantener
negociaciones serias y sustantivas para mantener a la
Argentina entretenida, dado que las Islas eran militarmente
indefendibles, salvo que se hiciera una enorme, costosa e
inaceptable desvío de recursos. El Comité opinó que era
probable que el Gobierno sería forzado finalmente a adoptar
alguna solución del tipo arrendamiento junto con un programa
conjunto de cooperación económica. El objetivo sería
mantener en marcha las negociaciones con el Gobierno
argentino lo que permitiría disponer de mayor tiempo para
llevar adelante la educación de la opinión pública nacional
y de las Islas. En líneas generales, la estrategia del
Gobierno sería retener la soberanía tanto como fuera
posible, si fuera necesario haría concesiones con respecto a
las Dependencias y recursos marítimos en el área, al tiempo
que reconocía que, en última instancia, sólo a través de
algún arreglo de arrendamiento probablemente se satisfaría a
la Argentina...[durante las negociaciones] los británicos
propusieron que la soberanía de las Dependencias
deshabitadas pudiera considerarse separadamente de la
soberanía de las Islas Falkland propiamente (38).
Pese a todo, las negociaciones prosiguieron. De acuerdo con lo
acordado en abril, la siguiente ronda de conversaciones se llevó a
cabo en Roma los días 13 y 14 de julio de 1977. Allí, el
subsecretario de la Cancillería argentina, Gualter Allara, fue
notificado que el Foreign Office había reemplazado a Rowlands por
Hugh Cortazzi, un funcionario de menor jerarquía (39). El 15 de
julio se informó en un Comunicado Conjunto de Prensa que se había
realizado "un amplio intercambio de puntos de vista con el objeto de
convenir un procedimiento para identificar las materias comprendidas
en las negociaciones" (40). Durante las reuniones en Roma, los
británicos presentaron un papel donde expresaban respecto del tema
de la soberanía que no aceptarían la posición argentina por la cual
el principio de autodeterminación no era aplicable a los isleños,
"nada que sea inaceptable para los isleños puede ser aceptable para
el gobierno británico" (41).
En los meses finales de 1977, la atmósfera diplomática con
Gran Bretaña se hallaba bastante deteriorada. Durante ese año los
argentinos habían disparado contra un buque británico, habían
retirado su embajador en Londres y habían solicitado a ese país el
retiro del suyo, y se habían reinstalado en la Isla Morrell. Esta
última acción, fue calificada por los británicos como una "violación
de su soberanía". Además, el Gobierno argentino, a través de su
agregado naval en Londres Capitán Anaya, había informado al
británico que estaba dispuesto a interceptar y eventualmente hundir
a cualquier intruso en aguas territoriales argentinas en los
alrededores de las Malvinas (42). Ante esta lista de incidentes, el
Gobierno británico decidió el 21 de noviembre enviar secretamente a
las Malvinas unidades de la Royal Navy. La fuerza naval estaría
integrada por el submarino nuclear HMS Dreadnought y buques
de superficie (43). Estas naves se mantuvieron estacionadas en las
aguas próximas a las Islas durante diciembre, conforme proseguían
las negociaciones en Nueva York (44). El Gabinete británico decidió
no informar del envió del submarino para evitar que los argentinos
se sintieran empujados a invadir las Islas. Además, el propósito del
envío de la fuerza naval al área fue el de poseer una opción en caso
de que las cosas empeoraran y, no emplearla como una ficha de
negociación diplomática. Con posterioridad a los hechos, tampoco
hicieron público la presencia del submarino en la zona para no herir
el orgullo argentino y evitar acusaciones de mala fe. Sin embargo,
para muchos analistas, esta decisión tuvo consecuencias no queridas.
Aunque por una parte, el mantener el secreto pudo ser considerado
acertado en ese momento, el costo de esa decisión fue que la
Argentina no fue disuadida militarmente al no enterarse de la
presencia de tan potente fuerza naval. Así ni siquiera tomo
conciencia de los posibles costos de una invasión o del compromiso
británico de defender las Islas, por lo tanto su opinión pública y
la opinión de su elite no fueron afectados (45).
Entre 1977 y diciembre de 1981 continuaron los encuentros
entre los representantes del Reino Unido y de la Argentina. Estos
tuvieron lugar en Nueva York, 13 y 14 de diciembre de 1977; Lima, 15
y 16 de febrero de 1978; Nueva York, 14, 15, y 29 de septiembre de
1978; Ginebra, 18 y 19 de diciembre de 1978; Nueva York, 21 al 23 de
marzo de 1979 y 28 de septiembre de ese año; y también en Nueva York
el 28 y 29 de abril de 1980; otra vez en Nueva York, 23 y 24 de
febrero de 1981; y París, 15 de junio. En todos ellos se intentó
buscar una conciliación cada vez más difícil entre las posturas de
cada parte, cooperación y soberanía.
El comunicado conjunto luego de las reuniones en Nueva York
de diciembre de 1977 expresó que durante las mismas se abordaron
"las futuras relaciones políticas incluyendo soberanía", y también
"temas de cooperación económica" (46). Al mismo tiempo, se anunció
que se establecerían dos grupos de trabajo conjuntos que tendrían
por objeto ampliar los temas de soberanía y de cooperación
económica. Un resultado de este encuentro fue la disminución de la
tensión bilateral. A causa de ello, los británicos consideraron
innecesaria la permanencia en las Malvinas de la fuerza naval
enviada el mes anterior.
Al término de las reuniones en Lima del año siguiente (1978)
no hubo un comunicado conjunto en razón de las diferencias que
surgieron durante las mismas. La novedad de esta ronda de encuentros
fue que, según se había acordado en la ronda anterior, ambos países
enviaron dos comisiones, una para tratar los temas de soberanía y
otra para cooperación económica. Durante las últimas sesiones de
trabajo, terminaron por reunirse sólo los delegados de las
comisiones de cooperación económica (47).
La siguiente ronda negociadora en Ginebra, estuvo precedida
de un diálogo en las Naciones Unidas entre el canciller argentino en
ese momento, Oscar Montes y su par británico, David Owen. Este
encuentro así como la reunión de Ginebra aportaron poco. Sin
embargo, el 20 de diciembre de 1978, Rowlands y Allara anunciaron
que se había llegado a un principio de acuerdo para la cooperación
científica en las Georgias y Sandwich del Sur. Con posterioridad,
este acuerdo fue rechazado por la parte británica, dado que el
Consejo Legislativo de las Islas se opuso y, por lo tanto, el
Gobierno británico también lo rechazó. Los isleños no aceptaban al
mismo, a menos que sólo se refiriera a la isla Morrell, alegando que
de otro modo lentamente podrían perder la soberanía sobre el
territorio principal (48).
Las elecciones en Gran Bretaña de mayo de 1979 dieron la
victoria a un gobierno conservador. Margaret Thatcher fue nombrada
Primer Ministro, Lord Carrington asumió el cargo de Secretario del
Foreign and Commonwealth Office. Como Subsecretario se hizo cargo
Mr. Ridley. Este cambio de gobierno (de laboristas a conservadores)
significó el inició de un nuevo ciclo de negociaciones.
Como un paso previo el nuevo Gobierno británico decidió
enviar a Ridley a la Argentina y a las Islas Malvinas para tener un
conocimiento directo de las posiciones sostenidas en ambos lugares.
El 12 de junio, Ridley se encontró con el comodoro Carlos Cavándoli,
Subsecretario de Relaciones Exteriores. Durante el mismo quedaron
claras, una vez más, las visiones divergentes entre ambos gobiernos.
Mientras que el británico enfatizó la cooperación económica con la
Argentina, Cavándoli señaló que requeriría que el tema de la
soberanía fuera parte de cualquier negociación (49). Al mes
siguiente, Ridley visitó las Malvinas. Allí discutió con los isleños
sobre las ventajas de la cooperación con la Argentina, aunque dejó
en claro que el Gobierno no aceptaría ningún arreglo que no contara
con la aceptación de los isleños. Las preferencias de los isleños
estaban claramente por un largo "congelamiento" de la disputa y la
idea de arrendamiento generó muy poco entusiasmo (50). Al regresar
de las Islas, Ridley se entrevistó con Cavándoli en Buenos Aires y
acordaron reponer a los respectivos embajadores ausentes desde enero
1976 en ambas capitales. Los argentinos presentaron a Ridley un
aide memoire en la cual expresaban su deseo de retornar a los
acuerdos de cooperación alcanzados de Ginebra, reiterando que
estaban dispuestos a tener en cuenta los intereses de los isleños y
que no los aceptarían como tercera parte en las negociaciones (51).
La respuesta de Ridley reiteró que el Gobierno británico no
aceptaría ningún arreglo que no respetara los deseos de los isleños
(52).
En octubre de 1979, Lord Carrington presentó al Primer
Ministro y al Comité de Defensa un memorándum donde recomendaba
proseguir las conversaciones a nivel ministerial con la Argentina
con el fin de explorar, "sin compromisos y sin apurar el asunto",
soluciones políticas y económicas. En caso contrario, afirmaba, la
Argentina podría recurrir a medidas más severas hasta llegar incluso
al uso de la fuerza. Y en ese momento, según el documento, |a
Argentina tenía la capacidad para capturar las Islas (53). Sin
embargo, el Gobierno británico decidió posponer cualquier discusión
sobre las Malvinas dado que se hallaba avocado a otros temas
internacionales.
A pesar de ello, en enero de 1980 Lord Carrington insistió en
la necesidad de reiniciar las negociaciones con la Argentina. Para
fines de ese mes, el Comité de Defensa aceptó la propuesta de
Carrington, pero acordó que los términos de referencia alcanzados
por el Gobierno anterior del 26 de abril de 1977 deberían ser
modificados.
El 28 y 29 de abril de 1980, se llevaron a cabo en Nueva York
la primera ronda de conversaciones. La delegación británica,
encabezada por Ridley, incluía un miembro del Consejo Legislativo de
las Malvinas. El encuentro fue exploratorio, pero se alcanzó cierto
grado de acuerdo. A pesar de las diferencias de opinión respecto del
tema de la soberanía ello no debería entorpecer a las otras
discusiones sobre cooperación en la conservación de recursos en el
Atlántico Sur (54).
Durante el verano de 1979/80 había tomado fuerza dentro
del Foreign Office la idea de proponer una solución de arrendamiento
como la opción más viable y mutuamente conveniente (55). A través de
este mecanismo, la Argentina obtendría la soberanía formal mientras
que la administración de las Islas quedaría a cargo de Gran Bretaña
por un tiempo limitado a ser negociado (56).
En junio de 1980, el ministro argentino Martínez de Hoz
expresó en Londres que sería conveniente para ambos países que
elaboraran planes conjuntos para la extracción de petróleo y que
compartieran los derechos pesqueros en el área de Malvinas al mismo
tiempo que discutían sobre la soberanía. Al respecto afirmó
Se ha hecho algún progreso y hay una pequeña luz en el
horizonte...y creo que el lado económico puede ayudar.
Tenemos dos intereses comunes, que son petróleo y pesca. Al
mismo tiempo que puedan continuar algunas discusiones sobre
soberanía, podríamos alcanzar algún acuerdo para la
exploración petrolera o pesca conjunta que sería el inicio
de una aproximación (get-together) en ese tema. Queremos que
los británicos se apuren y sean socios en nuestro desarrollo
económico (57).
Gustafson sostiene que si esta diplomacia paralela más pragmática
hubiera tenido éxito, Martínez de Hoz hubiera apartado a los
argentinos de posiciones absolutistas respecto de la soberanía y de
la restauración de la integridad territorial. Pero eso no sucedió, y
la Argentina adoptó un política de cooperación con empresas
petroleras no británicas (58).
A pesar de ello, para julio de 1980, el Gobierno británico
decidió finalmente intentar la resolución de la disputa a través del
mecanismo arriendo. El funcionario encargado de llevar
adelante la propuesta fue Ridley, quien visitó Puerto Stanley entre
el 22 y el 29 de noviembre de 1980. En esa oportunidad, Ridley trató
de convencer a los isleños sobre este posible cambio en la política
del Gobierno. En el Town Hall del pueblo, se congregaron unas 300
personas para participar de la reunión con Ridley. Allí presentó una
lista con cuatro alternativas a su auditorio. La primera, la fórmula
de arrendamiento; la segunda, satisfacer la totalidad de las
demandas argentinas y transferir la soberanía; en tercer lugar,
congelar totalmente el tema de la soberanía por un período de
alrededor de 25 años; finalmente, rechazar de plano cualquier
discusión sobre soberanía. El funcionario subrayó que la primera
opción era la preferida por Whitehall. Las ventajas de ésta estaban
en que mientras nominalmente se satisfacían los requerimientos
argentinos de soberanía, en tanto que los isleños podían conservar
su modo de vida. Al mismo tiempo, se proveía de una base para
acuerdos de cooperación y desarrollo económicos para la región,
especialmente en los temas de hidrocarburos y pesca. Según la visión
de Ridley, al hablar ante los miembros de la Asociación de Criadores
de Ovejas de las Falkland (Falkland Islands Sheepowners'
Association), "su modo de vida [el de los isleños] no será cambiado
y habrá nuevos beneficios a partir de la explotación de la pesca,
turismo, y petróleo, que comenzarían tan pronto como sea posible
después del cambio".
Un vocero del Comité de las Islas Falkland informó que los
Criadores prefirieron el status quo (59). Más aún, los
isleños al escuchar de boca de un funcionario del Gobierno la sola
mención de una alternativa que contemplaba la transferencia de
soberanía a la Argentina produjo una fuerte reacción por parte de
ellos. Su sensibilidad les impidió entender el verdadero mensaje del
funcionario. Los miembros del Falkland Island Committee (Lobby)
inmediatamente sonaron la alarma en Londres. El 26 de noviembre, el
Times de Londres publicó un artículo en la primera página
reproduciendo un informe de B. G. Frow, perteneciente al Comité de
las Islas, quien había presenciado la reunión. El artículo se
iniciaba con la siguiente frase: "Gran Bretaña sugiere que la
soberanía de las Islas Falkland sea transferida a la Argentina". A
continuación, denunciaba que "el Sr. Ridley sugirió que sería en el
mejor interés de los isleños si acordarán la transferencia de la
soberanía", implicando que Ridley presionó a los isleños en esa
dirección (60). Sin embargo, el artículo proseguía diciendo que "la
solución del arriendo...era la preferida por Whitehall". Pero la
sensibilidad de los isleños y el del Lobby era tal que la sola
mención de una opción que contemplase transferencia, se confirmaba
que esas eran las intenciones reales del Gobierno. La respuesta del
Foreign Office a las afirmaciones de Frow fue inmediata:
El Gobierno ha estado considerando desde las
conversaciones exploratorias con la República Argentina de
abril [1980] como alcanzar la mejor solución aceptable para
todas las partes a este difícil problema. Mr. Ridley esta
ahora consultando a los isleños para establecer sus puntos
de vista en las bases de futuras conversaciones con los
argentinos...Lo importante son los deseos de los isleños. Si
ellos están de acuerdo, podremos explorar las bases para una
solución. Sin embargo, ninguna solución es alcanzable sin el
respaldo de los isleños y del Parlamento (61).
La rápida reacción del Lobby puso al Gobierno británico a la
defensiva. Al día siguiente, Lord Carrington afirmó, en una
entrevista de la BBC, que "la Argentina tiene un reclamo de
soberanía sobre las Islas Falkland que nosotros refutamos, y ese
reclamo no va a prosperar..." y agregó que nada se haría que fuera
contrario a los deseos de los isleños. La prensa británica apoyó la
postura de Carrington. El editorial del Times afirmó que,
Ni siquiera puede pensarse en la posibilidad de entregar
a [los isleños] a la Argentina en contra de su voluntad.
Esto es así no importa la clase de gobierno que tenga el
poder en la Argentina, y es particularmente cierto en vista
del sangriento historial del presente régimen militar (62).
De vuelta a Gran Bretaña y bajo este agitado clima, el Ministro
Ridley se presentó el 2 de diciembre ante los Comunes para informar
acerca de sus actuaciones en las Malvinas. En la Cámara Ridley fue
vituperado al igual que a su partida de las Islas (63). El ministro
fue recibido por una inusual rechifla (drubbing) que partía desde
todos lados de la Cámara. Ante las explicaciones de Ridley, los
parlamentarios sostuvieron que encontraban una aparente
contradicción entre las afirmaciones del ministro acerca de que el
Gobierno no tenía dudas de la soberanía británica sobre las Islas
por un lado, y por otro, su propuesta para hallar una solución a la
disputa si los isleños aceptaban intercambiar la soberanía por un
largo arrendamiento a Gran Bretaña.
Más aún, el vocero en asuntos extranjeros de la Oposición,
Peter Shore sostuvo, en apoyo de los isleños, que "la propuesta para
un arreglo de leasing debilitaría nuestra posición sobre la
soberanía de las Islas. El hecho de hacer semejante propuesta de una
manera tan específica y pública solo serviría, probablemente, para
endurecer la política argentina al respecto y debilitar la confianza
de los isleños" (64). De las filas de su propio partido, el
conservador Julien Amery dijo que la propuesta de Ridley era
"profundamente perturbadora". A lo que otro conservador, el Vizconde
Cranborne agregó que hallaba la postura de Ridley inquietante, y que
induciría a lo isleños a pensar que "que no contaban con el apoyo
que se merecían de la madre patria (home country)". Se podrían
agregar numerosas observaciones con connotaciones similares (65). La
experiencia de Ridley mostró que el en el Parlamento era posible
alcanzar la unanimidad cuando se trataba de sostener una línea dura
respecto de las Malvinas (66). Lo sucedido durante el debate lleva
Beck a sostener que:
Los Comunes simpatizaban claramente con un pequeño pueblo
amenazado por un vecino más grande, especialmente si la
forma de gobierno de la Argentina y su sociedad no sólo no
estaban libres de críticas sino también, amenazaba la forma
de vida británica que hasta el momento se disfrutaba en las
Islas Falkland (67).
Durante su visita a las Malvinas, Ridley respondió a un
periodista que "las Islas son británicas...". También agregó que "el
tema de la soberanía sigue siendo sensible a discusión" y de
inmediato aclaró que por ahora no existían negociaciones, sino
simplemente reuniones (68). El contacto en el lugar con los isleños
mostró también que la mayoría "se mantenía en su deseo de permanecer
dentro del Imperio Británico", es decir, que no aceptaba el cambio
en el status quo (69). Sin embargo, respecto de la postura de
los isleños frente a la posibilidad de llegar a un arreglo que
contemplase el arriendo, existe entre los analistas opiniones
divergentes. El Informe Franks afirma sobre esa visita que "acerca
del arriendo, la opinión de los isleños estaba dividida, con una
sustancial minoría opuesta a ella y con la mayoría indecisa" (70).
Para Beck, la propuesta británica de noviembre de 1980 "representa
una transformación significativa en la disputa", dado que el
gobierno de ese país "indicó públicamente su deseo de
considerar una solución que incluya la adquisición de soberanía
sobre las Islas". Este hecho indicaba una "alteración radical" en la
actitud que adoptara hasta ese momento Gran Bretaña frente a los
reclamos argentinos (71)). La propuesta llevada adelante por Ridley
parecía la única política racional y viable para alcanzar un
acuerdo, en oposición a una postergación del tema que sólo sirvió
para incrementar la polarización internacional (72).
Poco después, el 25 de enero de 1981, durante una gira de
visita a Jamaica, Ridley afirmó que "las Islas Falkland serán las
únicas perjudicadas por el tiempo que tarde en solucionarse el
conflicto que mantienen el Reino Unido y la Argentina sobre ese
territorio". Además sostuvo que creía firmemente en la
autodeterminación, y que no veía "la razón para negarle la
independencia al Archipiélago", y que los 1.700 habitantes se
resistían al control argentino; y predijo que si aquellos se
hicieran cargo de las Islas todos sus habitantes las abandonarían
(73). En el mismo mes, pero el día 6, el Consejo Legislativo de las
Islas votó en favor de congelar el tema de la soberanía y por el
rechazo a cualquier intento de solución o acercamiento con la
Argentina y el Parlamento secundó esta decisión (74).
Al poco tiempo, el 9 de febrero, se anunció en forma
sorpresiva simultáneamente en Buenos Aires y en Londres que el
próximo 23 de febrero se reanudarían en Nueva York, las
negociaciones sobre el futuro de las Islas (75).
En aquella oportunidad, y hasta el 24 de ese mes, Ridley se
reunió con el representante argentino, comodoro Cavándoli. Para esa
ocasión, la delegacin británica incluyó dos miembros del Consejo
Legislativo de las Islas. Durante el encuentro, la política inglesa
le impuso a Ridley tantas restricciones con respecto a las Malvinas
que no le permitió desarrollar una estrategia de negociación más
viable, ni siquiera le permitió proponer mecanismos de dilación. Por
lo tanto, el representante británico no tuvo más remedio que
proponer un congelamiento del tema de soberanía mientras se
continuaría el diálogo sobre los temas de cooperación (76).
En la reunión informó sobre las actividades que desarrolló en
su visita a las Islas y la reacción de los isleños sobre sus
opciones, que fue la de mantener el status quo (77). Por lo
tanto, la propuesta concreta británica que formuló consistió:
congelar las negociaciones sobre soberanía por un cierto número de
años, y que, en el transcurso de este tiempo, las Partes mantendrían
sobre la soberanía sus respectivas posiciones. Para los negociadores
británicos, esto facilitaría la creación de un clima de confianza
entre el territorio continental argentino y las Islas, en tanto se
desarrollarían proyectos conjuntos de desarrollo económico alrededor
de las Islas (78). Por otra parte, la delegación argentina ofreció
maximizar las condiciones económicas y sociales en las Islas. Las
concesiones a los isleños incluirían la existencia de
administración, leyes, sistema de educación y vida social,
diferenciadas y continuas para ellos, haciendo de las Islas, la
región "más mimada de la Argentina" (79). Esta ronda tan poco
productiva fue cerrada con un comunicado conjunto de prensa fechado
el 26 de febrero en donde se informó que "ambas Delegaciones
decidieron informar de lo tratado a sus respectivos Gobiernos, y
acordaron la realización de próximas negociaciones a la brevedad".
Como era de esperar, el 6 de marzo se dio a conocer el rechazo
argentino a la propuesta británica. La Cancillería argentina
reafirmó su constante énfasis en el tema de soberanía emitiendo otro
comunicado donde manifestaba que "la posición argentina con respecto
a la demanda de restitución de soberanía, no sólo no se ha
modificado, sino que rechaza en forma absoluta y sistemática
cualquier propuesta que no acuerde este derecho en forma
prioritaria" (80). Al respecto, una vez más, la opinión de los
analistas diverge. Mientras que Beck opina que el gobierno británico
se veía cada vez más atraído por la opción del arriendo porque
parecía ser la más viable por sus ventajas inherentes y porque las
consecuencias de las otras eran peores por la intransigencia
argentina por la soberanía (81); por el contrario, Kinney sostiene
que a esta altura ni Gran Bretaña tenía algo para ofrecer en materia
de soberanía, ni siquiera poder continuar [ongoing] la discusión
sobre el tema (82).
Tal es así que antes de iniciarse las reuniones de febrero,
Ridley había declarado a la prensa que "estaremos para ganar tiempo,
sólo para ganar tiempo" (83). En lo que si fue exitoso Ridley fue
que logró que los delegados argentinos aceptaran tratar directamente
con los isleños que componían su delegación. Kinney sostiene que la
Argentina aceptó ese riesgo como parte de su política de cortejo a
los isleños (84).
A partir de marzo de 1981, los isleños se incorporaron
formalmente a las negociaciones con la presencia de dos miembros del
Consejo Legislativo de las Islas en la mesa de negociaciones, (a
pesar de las protestas Argentinas) (85).
A pesar de que la ronda de negociaciones no había resultado
como los británicos lo esperaban, Lord Carrington informó a su
Gobierno que éstas habían sido beneficiosas en un aspecto. Tanto
argentinos como isleños habían tomado contacto y aproximado sus
divergencias. Sin embargo, previno que si los isleños persistían en
su posición pro status quo, Gran Bretaña debería prepararse para
enfrentar un deterioro en las relaciones con la Argentina (86). De
la lectura de fuentes británicas, se observa que durante estos meses
el Gobierno estaba claramente presionado y encerrado entre la
posición intransigente de los isleños, su cometido a respetar sus
deseos y la percepción de que en la Argentina, sectores claves se
estaban impacientando (87). Una señal de que la ansiedad argentina
estaba creciendo fue el discurso del Comandante en jefe del
ejército, General Leopoldo Galtieri, el 29 de mayo de 1981,
Nadie podrá decir que no hemos sido extremadamente calmos
y pacientes en el manejo de nuestros problemas
internacionales, que de ningún modo surgen de las apetencias
territoriales de nuestra parte. Sin embargo, luego de un
siglo y medio, ellos se han vuelto más y más insoportables
(88).
El 15 de junio, Ridley mantuvo un encuentro en París con el
diplomático argentino Enrique Ros. En esa ocasión los argentinos
parecieron dispuestos a esperar el resultado de las elecciones
legislativas que tendrían lugar en octubre de ese año en las
Malvinas (89).
En junio de 1981, visitó la Argentina y las Islas otro
funcionario de la Foreign and Commonwealth Office, J. B. Ure
(Subsecretario de Estado para América del Sur) con el objeto de
informar a los primeros de la voluntad de su Gobierno de hallar una
solución al mismo tiempo de convencerlos de que era mejor no forzar
el ritmo del proceso. A los segundos intentaría convencerlos de
acelerar su decisión acerca de como querían que continuara el
proceso de resolución del conflicto (90).
El día 30 de junio, se llevó a cabo una reunión el Foreign
and Commonwealth Office encabezada por Ridley y con la presencia de
otros funcionarios relacionados con el tema, además del embajador en
Buenos Aires y del gobernador de las Islas con el objeto de revisar
la política gubernamental hacia las Malvinas. Respecto de la
Argentina, Ure presentó en esa reunión un memorándum preparado a su
regreso de la misión. En el mismo informó que había encontrado a los
funcionarios de la Cancillería más predispuestos a continuar con las
negociaciones y para aceptar la idea del arriendo. Mientras que
halló a los líderes militares "menos pacientes y que podrían exigir
una política más `enérgica' en cualquier momento". En las Islas, el
funcionario británico, no encontró una fuerte oposición en contra
del arriendo, pero recomendó que para llevar adelante esa política
el Gobierno debería realizar una campaña de información pública
(public education). Al término de la reunión se acordó continuar las
negociaciones con la Argentina para ganar tiempo y persuadir al
nuevo Consejo de las Islas que no las obstruya, que se preparara una
campaña de educación pública y, al mismo tiempo, que se preparasen
planes de contingencia civiles y militares (91).
Es importante destacar que llegado este punto, muchos
observadores opinan que al mismo tiempo que parecía que el Lobby de
las Malvinas y sus apoyos en el Parlamento habían puesto a la
defensiva a quienes dentro del Foreign Office trataban de hallar una
salida que les permitiera la convivencia con la Argentina, otros
departamentos gubernamentales también tomaron decisiones que
resentirían aún más la capacidad negociadora de aquel organismo
frente a la Argentina (92). En efecto, debido a una aguda necesidad
de recortar gastos, el Ministerio de Defensa británico presentó en
junio de 1981 el Libro Blanco. En él se decidió que la Royal Navy,
encargada de la defensa de las Malvinas, prescindiría de los
portaaviones y que en sus funciones serían reemplazados por los más
económicos destructores y fragatas (93). También se propuso eliminar
los buques de asalto, especializados en el desembarco de tropas, con
que contaba la Royal Navy: el Fearless y el Intrepid.
Más importante aún, se decidió retirar del servicio al patrullero
antártico Endurance una vez que concluyera su campaña por el
Atlántico Sur en marzo de 1982 (94).
En este caso se trataba del único buque con capacidad para
operar en aguas antárticas y no se tenía previsto ningún reemplazo.
Esta decisión generó inmediatamente una ola de protesta entre
aquellos interesados en un futuro de las Islas ligado a Gran
Bretaña. Su voces convocaron a conservar al "guardián de las Islas
Falkland" y "única presencia de la Royal Navy en el Atlántico Sur".
A pesar de ello, la decisión fue confirmada por el Parlamento el 30
de junio (95). Más tarde, desde la oposición, el ex-Primer Ministro
Callagham criticó la decisión de retirar al patrullero y dijo a Luce
que "algún tipo de invasión será probable en cuanto se sepa en la
Argentina el retiro del Endurance" (96). En efecto, tan
pronto como se informó en el Parlamento que el buque sería
desguazado, un funcionario de la embajada argentina en Londres
telefoneó a Lord Shackleton preguntándole si esta decisión
significaba que Gran Bretaña había perdido el interés en las Islas.
A lo que el británico respondió que no sabía (97).
Al mismo tiempo que se discutía el tema de defensa, llegó al
Parlamento un proyecto para una nueva Ley de Nacionalidad Británica
pratrocinada por el Home Office. Su objeto era clarificar el status
de los ciudadanos coloniales británicos y, por razones raciales,
evitar que aquellos emigraran a Gran Bretaña. Como claro
destinatarios estaban los habitantes chinos de Hong Kong. Sólo se
admitiría con ciudadanía plena a aquellos que tuvieran al menos a un
abuelo nacido en las Islas Británicas. El problema fue que no
protegió a los pobladores blancos de tercera o cuarta generación
nacidos en colonias como Gibraltar y las Malvinas. Se levantaron
muchas protestas en favor de estos. La ley fue finalmente reformada
pero sólo se incluyó con ciudadanía plena a los habitantes de
Gibraltar. El resultado en las Malvinas fue que aproximadamente 800
isleños no calificaban como Británicos según esa ley (98).
Algunos coinciden en afirmar que estas decisiones del
Gobierno británico que respondían a requerimientos de política
general y de otros Departamentos no fueron tomadas pensando
específicamente en las Malvinas, pero que tuvieron como consecuencia
el afectar el contexto de negociación entre las partes. Por un lado,
la decisión de británica de apegarse estrictamente a los deseos de
los isleños y mantener la situación colonial y, por otro, daba la
impresión de abandonar esos compromisos al debilitar a las fuerzas
navales capaces de intervenir en el área y retirar la ciudadanía a
quienes decía proteger.
Para los argentinos, que observaban muy atentamente cualquier
cambio en la política británica, estas decisiones mostraban señales
ambiguas que podían dar lugar a malinterpretaciones (como de hecho
sucedió) (99). Mientras que en Gran Bretaña, por las mismas razones,
el Foreign Office perdió recursos de negociación y credibilidad.
Cuando estos eventos sucedían en Gran Bretaña, la Argentina
comenzó a presionar para acelerar el ritmo de las negociaciones. El
27 de julio, el Ministerio de Relaciones Exteriores hizo llegar al
embajador británico en Buenos Aires una nota firmada por el
Canciller Oscar Camilión que expresaba la preocupación de su
gobierno por la falta de progresos en las negociaciones desde el
último encuentro en febrero de ese año. Luego de diez años desde los
Acuerdos de Comunicaciones, la Argentina creía que no era posible,
posponer aún más una discusión seria y profunda sobre los
componentes esenciales de las negociaciones, soberanía y
cooperación económica de un modo global y simultáneo con la
expresa intención de alcanzar en el corto plazo resultados
concretos. Por lo tanto, deben darse a las negociaciones un
impulso más resuelto. La próxima ronda de negociaciones no
puede ser otro ejercicio exploratorio sino, debe señalar el
comienzo de una etapa decisiva hacia la culminación
definitiva de la disputa (100).
El informe Franks también extracta del
comunicado que el apurar las negociaciones sobre las Malvinas se
había convertido en prioritario para el Gobierno argentino y que
mantenía su determinación de proseguir negociando "con un espíritu
eminentemente realista y con la certeza plena de que existen
soluciones racionales alcanzables". Agregaba también que no era
posible diferir esta cuestión por más tiempo porque afectaba a "la
integridad territorial y al dignidad nacional" (101).
Ante esta presión argentina, se discutió en el Foreign Office
qué actitud tomar. A pesar de percibirse la necesidad de hallar una
solución y de recomendarse llevar adelante un activa campaña de
información pública para aproximar la actitud de los isleños y del
público británico a la del Gobierno, Lord Carrington decidió no
llevar a cabo esta política por considerarla contraproducente para
el Gobierno (102). Para algunos observadores, con esta decisión Gran
Bretaña cedió la iniciativa en las negociaciones que hasta el
momento había tratado de mantener, "ya no existía política alguna,
salvo esperar ver qué pasaba y entonces asumir medidas de
contingencia" (103).
El próximo encuentro se llevaría a cabo en la próxima reunión
de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York entre
Lord Carrington y el Canciller Camilión. Como preparación para el
mismo, el primero elaboró una minuta para circular dentro del
Gobierno. En la misma expresaba su convicción de que la opción del
arriendo continuaba siendo no sólo la mejor sino, la única solución
viable a la disputa. No obstante, las posibilidades de alcanzar tal
acuerdo con la aprobación de los isleños habían disminuido, por lo
tanto, no quedaría más remedio que mantener las negociaciones con la
Argentina y proponerle invitar al gobierno argentino hacer
propuestas constructivas. Lord Carrington reconoció que era
consciente del rechazo argentino a esta propuesta y que, por lo
tanto, se hacía necesario elaborar planes de contingencia, pero que
era claro que suplir y defender a las Islas sería difícil y costoso
(104).
El 22 de septiembre el Canciller argentino habló ante la
Asamblea General refiriéndose en términos muy duros a la marcha de
las negociaciones (ver arriba). Al día siguiente, Carrington y
Camilión se reunieron. El británico expresó a su par argentino los
deseos de su Gobierno de continuar con las negociaciones y que
trataría de convencer a los isleños para que aceptaran llegar a
buenos términos con las negociaciones. Pero que no intentaría
coaccionarlos para que aceptaran la decisión de su Gobierno. Por
último, conforme lo había informado a su Gobierno, Carrington invitó
a la Argentina a hacer propuestas cuando las negociaciones se
reabrieran. La respuesta de Camilión fue terminante, la cuestión
central continuaba siendo la de la soberanía que la Argentina y Gran
Bretaña debían tratar, y que no se debería permitir a los isleños
que vetaran estas negociaciones (105).
Mientras tanto, el 22 de octubre, el embajador británico en
Buenos Aires, Williams, criticó la decisión de su gobierno de no
llevar adelante la campaña de información pública e informó que la
paciencia de la Argentina se estaba agotando (106).
En septiembre de 1981, Ridley había abandonado el Foreign
Office y había sido reemplazado por Richard Luce, a quien los
argentinos veían como un representante del Lobby.
En Buenos Aires, se reunieron el 14 de octubre, el canciller
argentino y el embajador británico, Anthony Williams, con el
propósito de preparar la siguiente ronda de negociaciones. Según los
informes de Williams, Camilión sostuvo que entendía que las
negociaciones serían largas y difíciles. Esto indicó al Gobierno
británico que el gobierno argentino, a pesar de mantener como
primera prioridad de la política exterior el recuperar la soberanía
de las Islas, estaría más dispuesto a un largo diálogo que una
confrontación (107).
Sin embargo, un nuevo nubarrón se presentó en el horizonte de
la negociación. En efecto, el 14 de octubre de 1981 se realizaron
las elecciones para renovar el Consejo Legislativo de las Islas y,
como se esperaba, reflejaron un endurecimiento en la posición de los
isleños. Los candidatos más "pro statuquista" fueron electos. A
pesar de ello, el nuevo Consejo decidió mantener el diálogo y enviar
representantes a la nueva ronda de negociaciones en tanto la
soberanía no estuviera en la agenda (108).
Las negociaciones acordadas para realizarse originariamente
en diciembre fueron pospuestas por el cambio de gobierno en la
Argentina, primero y luego, por la imposibilidad del Ministro Luce
de asistir que debía atender otros problemas (109). Por lo tanto,
las nuevas negociaciones se aplazaron para fines de febrero de 1982.
***
El año de 1982 significó el inició de nuevas rondas de
negociaciones que como todo nuevo intento conllevaba cierta grado de
optimismo. Sin embargo, la intransigencia de las partes llevó a la
percepción de que las soluciones diplomáticas se agotaban
rápidamente y comenzaron acumularse los negros nubarrones de una
crisis en ciernes. El Gobierno británico iniciaba las negociaciones
con nada nuevo para ofrecer a los argentinos. Por otra parte, éstos
que iniciaron las negociaciones en 1965 con expectativas de una
rápida solución a su favor, se hallaban cada vez más impacientes por
llegar a esa solución y no otra (110).
-
El nuevo gobierno
militar que derrocó a la presidente María Estela Martínez de
Perón se autodenominó como "Proceso de Reorganización Nacional".
-
Franks, 13.
-
Kinney, 54. A
partir de abril de 1976, el gobierno británico pasó a manos de
los Laboristas con el ex-Secretario de Foreign Office, James
Callagham, como Primer Ministro.
-
1982, 40.
-
1984, 59. Ver
también Quellet y, en menor medida, Lanús.
-
Beck 1982, 40.
-
La delegación
argentina estuvo compuesta por el subsecretario de Relaciones
Exteriores, capitán de navio Gualter Allara, el embajador Julio
Barberis y el encargado de negocios de la Embajada Argentina en
Londres, Rafael Gowland y asesores. La británica estuvo formada
por Robin Edmonds (Subsecretario Asistente del Foreign Office
para Asuntos Latinoamericanos), Hugh Carless (Director del
Departamento de América Latina) y Hugh Adrian Sindall
(Subdirector de ese Departamento) (Lanús, 484).
-
Ibid. 484.
-
Ibid., no
precisa fecha ni fuente.
-
Ibid. 484/85.
-
Ibid. 485.
-
Gustafson, 95.
-
Al respecto
Gustafson informa que el 22 de julio de 1976, el Canciller
argentino, César Guzzetti, sostuvo que "la soberanía es la
prioridad en las Malvinas". Las opiniones de Guzzetti claramente
divergían de las del Ministro de Economía. Ello muestra que el
gobierno de Videla "estaba tan dividido como los gobiernos
anteriores lo habían estado con respecto al tema de la
soberanía" (96).
-
The Times,
21-7-76 en Gustafson, 95.
-
Ibid. 95-96.
-
Beck 1982, 47.
-
En Adolfo
Silenzi de Stagni (1982): Las Malvinas y el petróleo.
Buenos Aires, El Cid Editor. Volúmenes 1 y 2 citado por
Gustafson, 96.
-
Las fuentes
anglosajonas designan a ésta como Southern Thule.
-
Destefani,
129-30.
-
Kinney, 55. Una
vez inaugurada la estación fue evacuada, pero a partir de la
campaña de 1977/78 fue ocupada en forma permanente hasta su
expulsión en 1982 (Destefani, 130).
-
Ibid. 55.
-
Franks, 14-15 y
Kinney, 55-56.
-
1992, 233 n. 23.
-
Kinney, 56. No
obstante para ese autor, a pesar de su débil reacción, Gran
Bretaña dejó bien en claro que la presencia argentina en Tule,
aunque distante y casi insignificante, era una violación de sus
derechos soberanos.
-
Grove, 358.
-
Gustafson, 98;
Franks, 15 y Olivieri López 1992, 97.
-
Gustafson, 99.
-
Según fuentes
británicas, en este momento temían un incremento de la presión
militar argentina. Por lo tanto, el Gobierno informó a Rowlands
que un se había constituido un Grupo de Despliegue (Group
Deployment) compuesto por el crucero HMS Tiger, el
submarino nuclear HMS Churchill, y cinco buques de
escolta que podían ser enviados al área inmediatamente en caso
de ser necesario. Debido a la marcha de las negociaciones no lo
fue (Grove, 358). Estas disposiciones son una muestra más que
Gran Bretaña estaba dispuesta a defender su posición en las
Malvinas.
-
Lanús, 485.
-
Gustafson, 99.
Quellet sostiene que este comunicado alcanzó un valor inédito en
la disputa con Gran Bretaña porque, según afirma, "por primera
vez en la historia diplomática de ambos países, la Gran Bretaña
reconocía oficialmente y por escrito la existencia de
negociaciones, y también admitía, de manera concreta, la
posibilidad de una discusión sobre soberanía" (87,
énfasis agregado) Pero decir que se acepta discutir soberanía no
es igual a renunciar a ella.
-
Gustafson,
99-100.
-
Ibid. 100.
-
Ibid.
-
El empresario
argentino Héctor F. Capozzolo tentó a un importante inversor de
la Compañía a través de un banco de París para que venda su
parte. De este modo, se debilitaría el Lobby de las Falkland al
perder su principal fuente de apoyo, la Falkland Islands Company
(Gustafson, 100). Esta compañia era el principal interés
económico y el principal empleador de las Islas.
-
Citado en
Quellet, 162; Franks, 16.
-
Hansard citado
por Gustafson, 103.
-
El 8 de junio la
declaración fue comunicada a las Naciones Unidas por los
representantes de ambos países. Dado el contenido del documento.
A pesar de la salvaguardia del paraguas invocado por las partes,
Olivieri López afirma que este documento es muy significativo
respecto de la voluntad negociadora y del reconocimiento
británico a los derechos argentinos. Prueba de ello es que el
futuro Gobierno conservador resolvió desconocerlos (Olivieri
López 1992, 98-99 y 234 n.27).
-
Franks, 17.
-
Quellet, 88.
-
Lanús, 485.
-
Ibid.
-
Ya se habían
interceptado y disparado sobre buques pesqueros rusos y
búlgaros. Sobre este respecto ver Informe Franks, 17.
-
El
Dreadnought fue el prototipo de los posteriores submarinos
de ataque nucleares británicos. Su principal fortaleza residía
en su casi ilimitada capacidad para navegar sumergidos por
largos períodos de tiempo a grandes profundidades y a una
velocidad de 30 nudos. Ello hace que estos buques sean casi
indetectables, más aún por los rudimentarios dispositivos con
que disponía la Armada Argentina. Con posterioridad, un buque
similar a éste (HMS Conqueror) adquirió fama al hundir al
crucero argentino ARA General Belgrano durante el
conflicto de 1982. Acompañaron al Dreadnought las
fragatas HMS Phoebe (2.450 toneladas), HMS Alacrity
(2.750 toneladas) y dos escoltas menores.
-
El submarino
permaneció sumergido próximo a las islas. Las fragatas, en
cambio, permanecieron "más allá del horizonte" a mil millas al
norte. Los buque tenían claras órdenes de combate previa
autorización superior (rules of engagement): el establecimiento
de una zona de identificación marítima de cincuenta millas
alrededor de las Islas. Dentro de ella, cualquier nave de guerra
argentina debería dar explicaciones de su presencia. Bajo
ciertas circunstancias el submarino estaría autorizado a lanzar
sus torpedos (Grove, 359).
-
Kinney, 57.
Según la teoría, la capacidad de disuasión depende de la
presencia de tres elementos: capacidad, credibilidad, y
comunicación. La ausencia de alguno de alguno de ellos anula la
posibilidad de aplicar una exitosa política de disuasión. En
este caso, al no informar Gran Bretaña de su decisión de enviar
a una unidad naval tan poderosa falló la comunicación (Hastedt &
Knickrehm, 268-273). Si la intención británica hubiera sido
disuadir a la Argentina de una posible agresión la decisión de
enviar un submarino de ataque nuclear tampoco fue la correcta.
Debido a que éste permanece siempre sumergido no es el mejor
instrumento de disuasión.
-
Quellet, 88.
-
Ibid.
-
Ibid. 89; Franks,
19 y Lanús 486. Para Gustafson, el deseo de los británicos de
correr el riesgo de mencionar el tema de soberanía en las
negociaciones les había resultado bien dado que éstas habían
avanzado en términos de cooperación económica y que la Argentina
había acordado la exploración petrolera conjunta (106).
-
Franks, 20.
-
Ibid.
-
Ibid.
-
Ibid. 22.
-
Ibid. 21.
-
Ibid.
-
No era la
primera vez que en el Reino Unido había surgido la idea del
arrendamiento. Ya había sido sugerida en 1930 y nuevamente en
1940. En general, esta idea era favorecida por todos aquellos
preocupados por las relaciones con la Argentina y América Latina
(Kinney, 58).
-
Respecto de la
cantidad de años que duraría el acuerdo existen divergencias en
las fuentes y varían entre los 25 y los 999.
-
The Times,
13-6-1980 citado por Gustafson, 108.
-
Gustafson, 109.
-
The Times,
27-11-1980 citado por Gustafson, 111.
-
Citado en
Gustafson, 110.
-
The Times,
26-11-1980 citado por Gustafson, 110.
-
28-11-1980
citado en Gustafson, 110.
-
Relato basado en
Beck 1982, 43; Gustafson, 111 y Kinney, 59.
-
Gustafson, 111.
-
Para ver el
texto completo del debate consultar el Informe Franks Anexo F
pp. 101-105.
-
Gustafson, 111.
-
Beck 1982, 43.
Otros argumentos señalados por Beck fueron, por supuesto, el
énfasis en el principio de autodeterminación, la situación
estratégica y económica de las Islas y las responsabilidades
imperiales de Gran Bretaña (ibid.)
-
Quellet, 92.
Quellet agrega que este diálogo "erizó la piel del Gobierno
argentino (cuando señaló que nuestro país podía aprender del
sistema isleño, donde no hay nadie que esté detenido por
cuestiones política, y los derechos humanos son respetados)" (ibid.).
-
Beck 1982, 42.
Para confirmar la postura negativa hacia una política de
acercamiento, la crónica de la visita de Ridley a las Islas
informa que su partida estuvo acompañada de abucheo y de las
estrofas de "Rule Britannia" (ibid.; Kinney, 58.
-
p. 23. Ver
también Quellet, 90 y Olivieri López 1992, 109-110.
-
Beck 1982, 41,
énfasis original.
-
Kinney, 58.
-
Quellet, 93.
-
Franks, 23;
Gustafson, 113.
-
Quellet, 93.
-
Gustafson, 113.
-
Kinney, 59;
Franks, 24.
-
Quellet, 94;
Gustafson, 113.
-
Kinney, 59;
Gustafson, 113.
-
Quellet, 94;
Beck 1982, 45.
-
Beck 1982,
44-45.
-
Kinney, 59.
-
The Times
23-2-1981 citado en Gustafson, 113.
-
Kinney, 59.
-
Ibid.
-
Franks, 24.
-
A principios de
mayo, el embajador británico en Buenos Aires solicitó
enérgicamente al Foreign Office que para evitar el deterioro de
las relaciones con la Argentina era necesario realizar, por lo
menos, una nueva ronda de conversaciones que incluyeran la
discusión sobre soberanía (Franks 24, par. 87).
-
Traducción del
informe Franks, 24-25. [buscar los diarios locales de la fecha]
-
Franks, 25.
-
Ibid. 24.
-
Franks, 25-26.
-
Gustafson,
114-15; Hastings & Jenkins, 42-43; Freedman & Gamba-Stonehouse,
10-11.
-
A este documento
se lo considera más drástico que el elaborado en febrero de
1966, luego que Gran Bretaña decidió retirarse de sus
responsabilidades imperiales al Este de Suez (para una mayor
información sobre este documento ver Grover, 277). Los
portaaviones que se retirarían de servicio eran el HMS Hermes,
que sería desguazado y el de última generación HMS Invincible,
que sería vendido a Australia. Como se verá luego, ambos
cumplieron un papel central en la recuperación por parte de Gran
Bretaña de las Islas en 1982.
-
Esta decisión
había sido resistida desde 1978 por el Gobierno Laborista y su
mantenimiento en el Atlántico Sur fue establecido en base a una
renovación de año por año (Grove, 359).
-
El Consejo
Legislativo de las Islas envió un mensaje a Lord Carrington que
expresaba,
El
habitantes de las Islas Falkland deplora en los términos más
enérgico la decisión de sacar de servicio al HMS
Endurance. Expresan su extrema preocupación de que Gran
Bretaña parece estar abandonando la defensa de sus intereses
en el Atlántico Sur y la Antártida al mismo tiempo que otras
potencias están reforzando su posición en ellas. Sienten que
el retiro debilitará aún más la soberanía británica en esta
área ante los ojos no sólo de los isleños sino también del
mundo. Urgen que se tomen todos los recaudos posibles para
revertir esta decisión (Franks, 33).
-
Gustafson, 115.
-
Un informe de la
Embajada Británica en Buenos Aires al Foreign Office indicó que
los periódicos de aquella ciudad habían aludido al tema
resaltando que "Gran Bretaña abandona la protección de las Islas
Malvinas" (Franks, 34).
-
Hastings &
Jenkins, 43-44.
-
La teoría de la
percepción demuestra que los individuos tienden a aceptar más
fácilmente (acríticamente) aquello que desean.
-
Franks, 28. [ver comunicado a la prensa el 27 o 28 de julio]
-
Citado en Ibid. 28.
-
Franks, 28. Parecería que los motivos de esta decisión
estuvieron fundados en consideraciones a
restricciones de la política doméstica (ibid.).
-
Hoffmann y Hoffmann, 157.
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Franks, 28-29.
-
Franks 29.
-
Ibid. 29-30.
-
Ibid. 30.
-
Ibid.
-
El 23 de diciembre de 1981, el comandante en jefe del ejército,
general Leopoldo F. Galtieri, se hizo cargo del gobierno,
desplazando como Presidente al general (RE) Roberto E. Viola.
Esta información procede de
"Historia General de las Relaciones Exteriores de la Argentina" se
han vinculado solo los temas relacionados con Malvinas. Esta obra esta compuesta
de 14 tomos publicada por Iberoamérica y los Directores son Andrés Cisneros y
Carlos Escudé.
El presente material podrá ser utilizado con fines estrictamente académicos
citando en forma explícita la obra y sus autores. Cualquier otro uso deberá
contar con la autorización por escrito de los autores.
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Historia de las Islas Malvinas
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