Malvinas / Historia
Las relaciones anglo-argentinas después del conflicto de Malvinas. Julio de 1982 a julio de 1989.
- Cuestiones de seguridad y defensa
Otra de las áreas que generó tensión entre las partes después de
la guerra de 1982 fue la relacionada con defensa y seguridad.
Como respuesta a la ocupación argentina de las islas, Gran
Bretaña había enviado un fuerte contingente naval y militar al
Atlántico Sur con el objeto de recuperarlas. Al finalizar el
conflicto y cuando las últimas tropas argentinas fueron repatriadas,
los británicos estacionaron una importante guarnición en las islas,
y rápidamente comenzaron la construcción de mejores defensas. La
defensa de las islas se había convertido en un tema prioritario en
la agenda del gobierno (1). A partir de ese momento, el
emprendimiento fue bautizado como la "Fortaleza Malvinas" (Falkland
Fortress).
Para el gobierno argentino, la presencia militar británica se
convirtió en un factor de irritación y la calificó como
"desmesurada" y peligrosa para la estabilidad de la región. El
canciller Caputo describió la situación en un encuentro del
Movimiento de los No Alineados del modo siguiente:
Esta militarización, no sólo constituye un riesgo para el
territorio argentino sino que afecta a toda la región...
y agregó:
La construcción de un aeropuerto estratégico en las islas
y su extraordinario refuerzo naval, pone en peligro la
estabilidad de un área que forma parte de la zona
latinoamericana libre de armas nucleares.
por último enfatizó que:
hoy nadie puede negar que estas acciones británicas han
transformado a las Islas Malvinas en una nueva zona de
interés estratégico, atrayendo hacia ella el conflicto
global entre el Este y el Oeste (2).
Otra interpretación sobre sobre el tema sostenía, en cambio, que
La Fortaleza Malvinas no era una política británica sino
una condición política y logística impuesta por la negativa
argentina de facilitar el transporte y las comunicaciones [a
las Malvinas] a través de cualquier punto de Sudamérica (3).
Esta última interpretación era también la del gobierno británico.
En octubre de 1983, el entonces ministro de defensa de británico
afirmó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que:
en tanto la Argentina no renuncie al uso de la fuerza
para sostener sus reclamos sobre las islas Falkland y se vea
que lo cumple genuinamente, será necesario mantener una
guarnición apropiada para la defensa de las islas contra la
amenaza militar que supone la Argentina.
Que la Argentina fuera considerada como una amenaza para los
británicos parece sorprendente, sobre todo después de haber
derrotado a las fuerzas argentinas en las Malvinas. Los costos de la
guerra para la Argentina fueron cuantiosos. Se calcula que sumaron
en total los U$S 5.000 millones (4). Pero, para desvelo de los
británicos, en ese entonces, el reconocido anuario de defensa
producido por un instituto sobre temas de investigación para la paz
de Estocolmo, SIPRI, publicó en su edición de 1983 y bajo el título
"El rearme argentino post-Malvinas" la siguiente lista de compras:
Hacia fines de 1982, la Argentina ya se había
comprometido a gastar U$S 1.000 millones en compras de
armamentos... En tanto que el Reino Unido fue capaz de
reponer el material bélico perdido con producción propia, la
Argentina tuvo que recurrir a importaciones. Se
establecieron comisiones especiales en el seno del ejército,
la armada y la fuerza área argentinas para trabajar en
nuevos programas de armamento.
Poco antes del fin de las hostilidades, la Fuerza Aérea
Argentina recibió de Perú 10 aviones Mirage V y 22 aviones
Dagger/Nesher de origen israelí. El stock de bombas fue
reabastecido por Libia e Israel. A pesar de las fuertes
objeciones británicas, en noviembre de 1982 comenzaron
nuevamente la entrega por parte de Francia de los aviones
Super Etendard y de los misiles Exocet...La armada argentina
recibirá dos submarinos que están en construcción en la
República Federal de Alemana, además de otros cuatro que se
planea serán armados en la Argentina. También se están
construyendo cuatro sofisticadas fragatas en Hamburgo. Las
mismas estarán equipadas con motores Rolls-Royce, por lo que
el gobierno del Reino Unido ha hecho una excepción al
embargo de armas a la Argentina (5) Por otra parte, el
ejército argentino intenta reconstruir su sistema de
defensas con la asistencia de la compañía suiza Oerlikon.
También planea comprar alrededor de 40 vehículos blindados
Panhard, y también 255 tanque Kürassier de la compañía
austríaca Steyr-Daimler-Puch (6).
En su edición de 1984, mismo anuario informó que el gasto militar
del gobierno del presidente Alfonsín planeaba reemplazar equipo
perdido durante la guerra por un número mayor. El costo del programa
de reequipamiento fue estimado en U$2.000 millones más un gasto
adicional de U$1-2.000 millones para pagar órdenes previas a 1982.
La lista de compras incluía 107 nuevos aviones de combate, cuatro
aviones de transportes Hércules y 71 aviones Pucará. El anuario
también informó que se había acelerado el programa de modernización
de la Armada que se había iniciado a partir del conflicto del Beagle
con Chile (7).
Sin embargo, en los hechos, el rearme argentino no llegó a
materializarse por completo. En efecto, el gobierno de Raúl Alfonsín
había decidido reducir el gasto militar. Su plataforma electoral ya
establecía que el gasto de defensa sería reducido a un 2% del PBI.
En la práctica, la reducción no fue tan drástica. No obstante,
disminuyó desde un 4.39% del PBI para el año 1983 a 2.72% en 1989.
También debe recordarse que durante el gobierno radical, la economía
del país declinó y por consiguiente, el PBI disminuyó. En
consecuencia, la cantidad de recursos disponibles para las Fuerzas
Armadas también decreció (8). Conforme se redujo el presupuesto
militar también se redujo el tamaño de las fuerzas armadas. Los
anuarios de defensa britnicos como el Strategic Survey, publicado
por el prestigioso International Institute for Strategic Studies
(IISS), muestran ésta tendencia. En sucesivas ediciones informa que
en la Argentina el número de soldados conscriptos incorporados
decayó de 108.000 en 1983 a 40.000 en los años 1988-89 (9). Pero el
gobierno del presidente Alfonsín no sólo experimentó dificultades de
índole económica. Otro factor presente fue el estado de casi
permanente insubordinación de grupos dentro de las fuerzas armadas.
Estos grupos fueron bautizados por la prensa como "Carapintadas". El
gobierno tuvo que enfrentar a lo largo de ese período numerosos
levantamientos militares que si bien no llegaron en ningún momento a
amenazar la continuidad del régimen democrático produjeron serios
trastornos en la vida política del país, y especialmente a sus
fuerzas armadas (10). Por lo tanto, con muchas de las órdenes
canceladas y con las fuerzas armadas en proceso de achicamiento y
tumulto los temores británicos parecieron perder sustento. Sin
embargo, el gobierno argentino continuó con el desarrollo del
programa nuclear, la construcción de submarinos y el desarrollo del
misil de alcance medio Cóndor II
En el caso del Reino Unido, la guerra de las Malvinas los
obligó a revisar su prioridades en materia de defensa. En este
sentido, la decisión del gobierno británico al término del conflicto
de establecer una guarnición de más de 4.000 soldados fue el cambio
político-militar más importante que produjo la guerra. Ahora, para
el gobierno británico, las Malvinas alcanzaron la misma dimensión
estratégica que Irlanda del Norte y la defensa de Alemania
Occidental, donde los británicos tenían en ese entonces estacionados
55.000 soldados (11). Esto contrasta enormemente con la "modesta
provisión de recursos para los compromisos fuera de la OTAN"
previstos en los planes de defensa de 1981 (12). El objetivo central
de ese plan era sufragar los costos del programa de misiles
nucleares Trident a un costo estimado entre los £5-6.000 millones
para los próximos 15 años. Al mismo tiempo, la reducción de las
capacidades de defensa británicas en el Atlántico Sur habían
respondido a la percepción de poco peligro de la región (13).
No cabe duda que la victoria británica produjo un incremento
en sus gastos de defensa (14). En principio, el incremento se
utilizó para reponer material perdido y preparar la "Fortaleza
Malvinas". Pero, a medida que el tiempo transcurría, los gastos
fueron decreciendo hasta estabilizarse. Pero lo importante es que el
gobierno británico reestructuró su política de defensa de un modo
más balanceado dividiéndose entre los compromisos de la OTAN
(Europa) y los de fuera de la región. Con anterioridad a la guerra,
en las autoridades de defensa británicas había prevalecido un
enfoque continentalista (europeo) por sobre el marítimo. La
necesidad de enviar una armada al Atlántico Sur cambió esta visión.
Ahora, la política de defensa británica se configuró con un
incremento en la capacidad de respuesta (flexibilidad) y
preparación. Es decir con capacidad para confrontar desafíos fuera
de Europa.
Una consecuencia de la guerra para Gran Bretaña fue que salió
muy fortalecida. Adquirió un gran ascendente moral en la comunidad
internacional luego que la recuperación de las islas por parte de la
Argentina pareció haber infligido un duro golpe al orgullo y
prestigio británicos (15). Para el gobierno de Margareth Thatcher,
el éxito de las Malvinas mostró que Gran Bretaña era todavía un
poder militar significativo (16). Además la nueva percepción de
amenaza por parte de la Argentina produjo la inesperada reacción de
invertir en la región y reforzar el compromiso hacia las islas y los
isleños. La invasión transformó a las Islas Malvinas que eran una
colonia casi olvidada en una fortaleza fuertemente defendida. En
este sentido, la guerra transformó a una región de poca importancia
estratégica en una que se percibía como de gran importancia (17).
Luego de la guerra, la política británica hacia las islas pasó a
tener como objetivo primordial: "asegurar la seguridad futura de las
islas y su bienestar" (18).
Otro aspecto del conflicto se refiere a la dimensión humana.
Esta afecta directamente a las negociaciones con la Argentina. El
hecho de que para la recuperación del archipiélago los británicos
hayan perdido las vidas de 255 de sus soldados lleva a algunos a
suponer que no podía esperarse una "actitud condescendiente" al
término del conflicto que ganaron y que no provocaron. Tanto los
costos incurridos como la perdida de vidas parecen justificar el
endurecimiento de las actitudes negociadoras británicas,
especialmente aquellas relacionadas con el tema de la soberanía
(19).
El compromiso de defensa de las Islas Falklands continuó
durante esos años fue decreciendo durante esos años. A seis meses de
finalizada la guerra, la guarnición de las islas consistía de 7.000
soldados. Tres años más tarde, ésta comprendía 4.000 soldados. Por
dos años la patrulla naval de las Falklands incluyó la presencia de
cinco fragatas y destructores (20). Sin embargo, para 1987 la
defensa de las islas Malvinas había dejado de representar un drenaje
importante en el presupuesto de defensa y había sido recortado a
£250 millones (21). En 1990, se informó que las islas contaban para
su protección con el aeropuerto de Mount Pleasant, a 30 millas de
Puerto Stanley y con una pequeña base naval en Mare Harbor. El
aeropuerto albergaba sofisticados equipos de radio, radar y
comunicaciones satelitales. Allí también se encontraba estacionado
un escuadrón de cuatro aviones caza-bombarderos F-4 Phantom. Por su
parte, la base naval servía como estación para una fragata y un
submarino de ataque nuclear. Por último, se calculaba que el total
de efectivos en las islas totalizaban 2.800 (22).
En 1992, la cuenta final de gastos de la guerra mostró que su
costo había excedido los £5.000 millones presupuestados inicialmente
(23). Esa suma incluyó los gastos totales de pelear la guerra, los
costos de la Fortaleza Malvinas y la ayuda económica dada a las
islas a partir de 1982. Por lo tanto, esta cifra y el número de
efectivos desplegados en las islas muestran que si la estrategia del
gobierno radical fue la de aumentar para Gran Bretaña los costos de
la posesión de las islas se observa que ésta estuvo bien dispuesta a
soportar la carga. Asimismo, esto responde a la pregunta que se
hacen Escudé y González de Oleaga acerca de qué país, la Argentina o
Gran Bretaña, estaba en mejores condiciones de pagar los costos más
altos, ya fueran políticos o económicos (24). La respuesta es
indudablemente, Gran Bretaña.
En 1989, un experto británico opinó que "la probabilidad de
una confrontación militar en el área es mínima. Gran Bretaña y la
Argentina aceptan que esto no sería en el interés de ninguna de las
dos partes y han acordado exitosamente medidas para asegurar que la
zona de conservación pesquera...no lleve a un choque que pueda
derivar en algo peor. Pero la posibilidad de un conflicto armado
indudablemente existe" (25).
Por último, una lectura del desarrollo de la política de
defensa británica de fines de los años 70 hasta la crisis de las
Malvinas permite comprender mejor algunas de las razones por las
cuales los Estados Unidos apoyaron a Gran Bretaña en ese conflicto.
A mediados de los 80 el foco del debate sobre defensa estaba casi
enteramente en las relaciones Este-Oeste (26). Las superpotencias y
sus aliados habían entrado en una etapa de competencia por el
balance de poder. Para los Estados Unidos era primordial reforzar la
defensa de Europa occidental con la instalación de misiles
balísticos en en ese territorio. En ese contexto, en julio de 1980
el gobierno británico decidió reemplazar el sistema de misiles
balísticos intercontinentales Polaris por los Trident C4, que al
igual que anteriores eran producidos en los Estados Unidos. Sin
embargo, en marzo de 1981 los británicos anunciaron la decisión de
comprar el sistema más avanzado y más costoso, Trident D5, también
conocido como Trident 2. Durante 1981 el tema central de la política
británica era el de defensa nuclear (27). El costo estimado del
programa fue de £5.000 millones pero para septiembre de 1982 el
costo había ascendido a £7.000 (28). Por consiguiente, la compra de
los Trident 2 implicaba para Gran Bretaña la continuación del
alineamiento estratégico con los Estados Unidos en el futuro, y la
dependencia de él en otros temas (29). Al mismo tiempo, es posible
suponer que los Estados Unidos también estarían interesados en
mantener una buena relación con quien no sólo era su principal
cliente en materia de defensa sino también ocupaba un lugar central
en función de los intereses de defensa estratégicos de los Estados
Unidos.
-
Gibran
(1998), 135.
-
Discurso ante
la Conferencia Ministerial de los Países No Alineados.
Luanda, Angola, 2 al 7 de septiembre de 1985.
-
Kinney (1989),
265. El título sugestivo de la sección sobre el tema en su obra
es: "Argentina crea y reacciona a la `Fortaleza Malvinas'"
(258).
-
Gustafson (1988),
184. Esta información se basa en cifras publicadas por Bernardo
Grispun, primer ministro de economía del gobierno del presidente
Alfonsín.
-
Eso fue publicado
en 1983 y no se conocen los motivos por los cuales los
británicos otorgaron esa autorización. Por lo tanto no se
entiende por qué luego en 1996 tuvo tanta repercusión en los
medios argentinos y británicos la noticia sobre la exportación
de repuestos británicos a la Argentina conocida como Operación
Tigre. Al respecto ver La Nación, ediciones del 23, 26, 27 y 28
de octubre de 1996.
-
SIPRI (1983),
486-87.
-
SIPRI (1984),
99-100. Al concluir el conflicto bélico, los principales
proveedores de armamentos a la Argentina fueron Alemania
Occidental, Francia, Israel y Brasil.(Kinney, 1989, 260).
-
Norden (1996)
93-94.
-
IISS (1983-84),
104; (1988-89), 185, En los años 1987-88 menciona 30.000
conscriptos incorporados. (IISS, 1987-1988, 179)
-
Sobre este tema
ver Norden (1996).
-
Kinney (1989),
264.
-
Gibran (1998),
126.
-
Gibran (1998),
130.
-
En 1983 el Reino
Unido fue la única de las potencias importantes de Europa
occidental que aumentó considerablemente el gasto militar. En
este caso, a los gastos normales se le sumaron los de la guerra.
(SIPRI 1983, 142)
-
Después de
Malvinas, se afirma que los británicos demostraron poseer la
voluntad de luchar por lo que percibían como un interés político
y estratégico vital. (Gibran 1998, 137)
-
Rogers (1992),
200.
-
Gibran (1998),
129.
-
Gibran (1998),
121.
-
Gibran (1998),
130.
-
Rogers (1992),
198/99.
-
Byrd (1988), 176.
-
Maechling (1991),
116.
-
Para un listado
completo de los costos para Gran Bretaña de la guerra de
Malvinas ver Gibran (1998), 131-133.
-
Escudé y González
de Oleaga (1996), 16.
-
Little (1989),
73.
-
Rogers (1992),
193.
-
Rogers (1992),
193. Para los detalles de la adquisición del sistema de misiles
ver Byrd (1988), 159-64.
-
SIPRI (1983),
143.
-
Byrd (1988), 160.
Esta información procede de
"Historia General de las Relaciones Exteriores de la Argentina" se
han vinculado solo los temas relacionados con Malvinas. Esta obra esta compuesta
de 14 tomos publicada por Iberoamérica y los Directores son Andrés Cisneros y
Carlos Escudé.
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