Malvinas / Historia
Historia de
las Islas Malvinas desde el descubrimiento hasta la ocupación inglesa de 1833
Con la partida del personal español de Puerto Soledad
las islas quedaron nuevamente deshabitadas (1). Para el historiador
norteamericano J.C.J. Metford, durante los próximos diez años las islas se
convertirían en
res nullius (2). Durante ese tiempo, las Malvinas sólo fueron visitadas por
buques balleneros de diversas nacionalidades en búsqueda del refugio que ofrecía
su recortada geografía costera.
Recién en 1820 el gobierno de las Provincias Unidas realizó
una demostración de soberanía enviando a la fragata Heroína, al mando del
coronel Daniel Jewett (de origen norteamericano), a tomar posesión de las islas.
El 6 de noviembre de 1820, Jewett, desde Puerto Soledad (ex-Puerto Louis),
formalizó la posesión de las Malvinas en nombre del gobierno del Río de la Plata
(3). El oficial actuando en nombre del gobierno de Buenos Aires ocupó las islas
invocando el principio de uti possidetis. Este principio, según lo
entendían los estados latinoamericanos a principios del siglo pasado, definía la
soberanía territorial en base a los antiguos límites administrativos coloniales
(4). Los juristas europeos y norteamericanos no aceptan, en general, este
principio. Para ellos el criterio de soberanía esta dado por la ocupación
efectiva del territorio (5).
A partir de la acción de Jewett, los buques extranjeros de la
zona fueron informados que se encontraban en territorio de las Provincias
Unidas. Por lo tanto, estaba prohibido pescar y cazar en las islas. En caso
contrario, los infractores serían enviados a Buenos Aires para ser juzgados (6).
Según Perl, esta declaración tiene implícito un problema: el límite sur del
Virreinato del Río de la Plata nunca había sido especificado, por lo que los
reclamos de dominio de las Provincias Unidas hacia el sur corrían el peligro de
convertirse en ilimitados (7).
Es importante señalar que la noticia de la toma de posesión
por la Argentina fue publicada tanto en España como en los Estados Unidos en
agosto de 1821. Este hecho no generó la protesta de Gran Bretaña (8). En 1825
este país firmó un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con las Provincias
Unidas y a la vez reconoció su independencia, y en ambos actos tampoco se hizo
referencia alguna a la ocupación de las islas por parte del estado sudamericano
(9).
En 1823, para reforzar la soberanía, fue nombrado Pablo
Areguati como gobernador (10). Al mismo tiempo, el mismo gobierno concedió Jorge
Pacheco y a su socio Luis Vernet (francés naturalizado argentino) el derecho a
explotar ganado vacuno y pesca en la Isla Soledad (11). Un primer intento de
Pacheco por establecerse en las islas fracasó. El segundo intento, realizado
personalmente por Vernet, tuvo éxito en 1826 (12). De modo que hasta esta fecha
no había existido un establecimiento de las Provincias Unidas en las islas.
Poco más tarde, a principios de 1828, a raíz de un informe
enviado a Buenos Aires por Vernet, el gobierno de Buenos Aires le concedió el
derecho exclusivo de pesca en las aguas adyacentes y amplió la concesión de
Pacheco (13). La colonia fue declarada libre de tributos excepto para el
mantenimiento de las autoridades locales (14).
El 10 de junio de 1829, Vernet fue nombrado con el cargo de
Primer Comandante Político y Militar de las islas. El texto del decreto es
importante porque en él se exponen claramente los presupuesto del gobierno del
Río de la Plata que justifican la posesión del archipiélago:
Cuando por la gloriosa revolución del 25 de mayo
de 1810 se separaron estas provincias de la dominación de la Metrópoli, la
España tenía una posesión material en las islas Malvinas, y de todas las demás
que rodean al Cabo de Hornos, incluso la que se conoce bajo la denominación de
Tierra del Fuego, hallándose justificada aquella posesión por el derecho del
primer ocupante, por el consentimiento de las principales potencias marítimas de
Europa y por la cercanía de estas islas al Continente que formaba el Virreynato
de Buenos Aires, de cuyo Gobierno dependían. Por esta razón, habiendo entrado el
Gobierno de la República en la sucesión de todos los derechos que tenía sobre
estas Provincias la antigua metrópoli, y de que gozaban sus virreyes, ha seguido
ejerciendo actos de dominio en dichas islas, sus puertos y costas a pesar de que
las circunstancias no han permitido ahora dar a aquella parte del territorio de
la República, la atención y cuidados que su importancia exige, pero siendo
necesario no demorar por más tiempo las medidas que pueden poner a cubierto los
derechos de la República, haciéndole al mismo tiempo gozar de las ventajas que
pueden dar los productos de aquellas islas, y asegurando la protección debida a
su población; el Gobierno ha acordado y decreta: Artículo 1°: Las islas
Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico, serán regidas
por un Comandante Político y Militar, nombrado inmediatamente por el Gobierno de
la República... (15)
Resumiendo, la Argentina fundamentaba sus derechos en
cuatro puntos, a saber, que España poseía las islas previamente, que esta
posesión había quedado justificada por el derecho de ocupación, que las
principales potencias marítimas así lo habían reconocido, y finalmente, que las
islas en cuestión se hallaban próximas al territorio del antiguo virreinato
(16). Por este acto, Vernet se había convertido en funcionario de un estado
encargado de hacer cumplir las leyes del país.
Paradójicamente, al mismo tiempo que el gobierno argentino
nombraba a Vernet gobernador, en las islas Británicas otros ingleses habían
comenzado a interesarse nuevamente por las Malvinas. Según Ferns, en julio de
1829 un ciudadano inglés llamado Beckington envió una carta al Primer Ministro,
Lord Aberdeen. En ella solicitaba al gobierno de Su Majestad que estableciera
una colonia en las islas (17). A los argumentos estratégicos tradicionales se le
agregaron otros (18). Una vez más, se señalaba la gran importancia de éstas
"para fortalecer el poder naval británico". Además "ofrecían una base que
permitiría eliminar las actividades de corsarios y piratas". Finalmente,
"facilitaría la pesca de la ballena". A ello, un teniente de la Royal Navy
agregó, "la ventajosa posición de las islas Malvinas para acrecentar el tráfico
marítimo australiano (19)".
Ante el nombramiento de Vernet, el gobierno de Su Majestad
reaccionó (20). Lord Aberdeen inmediatamente ordenó a Woodbine Parish, cónsul
general británico, protestar ante el gobierno de Buenos Aires y para ello envió
cuidadosas instrucciones. La protesta debía sustentarse en que las acciones del
gobierno de Buenos Aires habían sido "cumplidas sin referencia a la validez de
las pretensiones que Su Majestad constantemente afirmó a la soberanía de las
islas (21)". Dichas instrucciones incluyen, también, los verdaderos motivos de
la decisión:
El Gobierno inglés se da cuenta de la importancia
creciente de éstas las islas; los cambios políticos ocurridos en Sud América y
la naturaleza de nuestras relaciones con los diversos Estados de que se compone,
unido a nuestro extenso comercio en el Océano Pacífico, hacen altamente deseable
la posesión de algún punto seguro donde nuestros buques puedan abastecerse y, si
es necesario, carenarse. En la posibilidad de hallarnos empeñados en una guerra
en el Hemisferio Occidental, tal estación será casi indispensable para poder
continuarla con éxito... (22)"
La protesta formal contra la ocupación argentina de las
Malvinas fue finalmente elevada por Parish al ministro de relaciones exteriores
Guido el 19 de noviembre de 1831. Según resume Goebel el documento, las
Provincias Unidas asumieron "una autoridad incompatible con los derechos de
soberanía de su Majestad Británica sobre las islas Falkland". Más aún, "estos
derechos no habían sido invalidados por la evacuación de las fuerzas de su
Majestad en 1774, dado que esta medida se había tomado a los efectos de generar
economías, cuando se efectuó la evacuación se habían dejado marcas de posesión,
y se habían observado todas las formalidades que indicaban los derechos de
propiedad, así como la intención de reanudar la ocupación (23)".
En el momento del reclamo británico la caza de focas había
alcanzado un grado tal de depredación que Vernet a partir del 30 de agosto de
1829 comenzó a comunicarle a los capitanes de los buques pesqueros en el área
las nuevas disposiciones por medio de una circular (24). Es importante recordar
que se le había otorgado a Vernet el derecho exclusivo de la caza de focas, por
lo que una disminución en las loberías afectaba directamente sus intereses. Por
este motivo, las actividades debían cesar de inmediato bajo amenaza de ser
apresados y enviados a Buenos Aires para ser juzgados. Se dice que los pesqueros
extranjeros parecían no tomar el aviso seriamente. Bajo estas circunstancias, se
produce la captura de tres buques pesqueros norteamericanos, Harriet,
Superior y Breakwater, por parte de las autoridades argentinas en las islas
(25).
Este incidente ha cobrado gran importancia histórica porque
el proceso culmina con la ocupación británica de las islas (26). Finalmente,
sólo el primero fue enviado a Buenos Aires junto con los documentos probatorios
necesarios para el juicio. En él también se embarcó Luis Vernet y su familia. El
Harriet arribó a Buenos Aires el 19 de noviembre de 1831. Dos días después,
el cónsul de los Estados Unidos, George W. Slacum, presentó un reclamo al
gobierno argentino por la captura y detención de las naves norteamericanas (27).
Desde el inicio de la crisis, los Estados Unidos sostuvieron como ejes
principales de su reclamo, primero, no reconocer a Vernet como funcionario del
gobierno argentino, por lo que sus acciones fueron calificadas como meros actos
de piratería. En segundo término, reivindicaron la libertad de acción de las
naves pesqueras de ese país en todo el Atlántico Sur, desconociendo soberanía y
derechos exclusivos de pesca como los acordados entre España y Gran Bretaña, con
exclusión de otras naciones (28).
Existe en algunos estudiosos de ese período una tendencia a
enfatizar que el agravamiento del conflicto entre ambos estados americanos se
debió más a los rasgos de personalidad e impericia de los representantes
norteamericanos y a las características de la diplomacia inaugurada por el
presidente de ese país, Andrew Jackson, que a la naturaleza misma del hecho. Es
decir, que se debió más a un problema de actitudes que de principios (29). Así,
Goebel califica a Slacum como "una persona sin experiencia diplomática y
absolutamente sin tacto o juicio (30)". El historiador inglés, H. S. Ferns
secunda la opinión anterior caracterizando al estilo de Slacum como el producto
de la creencia que "el elemento esencial de la diplomacia era afirmar, en el
lenguaje más destemplado posible, los derechos, naturales y evidentes por sí
mismos, del pueblo de los Estados Unidos a cazar y pescar donde quisieran (31)".
En nuestra opinión, Metford presenta una visión más precisa de la naturaleza del
problema, "lamentablemente para Vernet, los asuntos de los Estados Unidos en
Buenos Aires estaban en manos de ...Slacum, quien estaba indignado ante la
visión de naves de los Estados Unidos bajo arresto por fuerzas de un
gobierno por el cual parecía tener poco respeto (32)". Más adelante
veremos en las opiniones del cónsul a que se refiere Metford con "poco respeto".
El texto del reclamo del cónsul se basaba en las
declaraciones del capitán del Harriet, Gilbert Davison. Slacum se
mostró consternado por el hecho de que un buque norteamericano dedicado al
comercio pacífico fuera capturado y preguntaba al gobierno de Buenos Aires si
éste tenía intenciones de reconocer dicha captura (33). Al mismo tiempo, el
cónsul, informaba al Departamento de Estado de su país (34). Cuatro días mas
tarde, el ministro de relaciones exteriores, Tomás de Anchorena, le respondió
que el asunto era estudiado por el Ministerio de Guerra y Marina y que
posteriormente sería elevado para su consideración del Gobierno (35). Slacum no
se sintió satisfecho con la respuesta de Anchorena e insistió en que la nota era
una protesta formal (36). La respuesta de Anchorena fue que la investigación
estaba en curso. Además no reconoció a Slacum con capacidad o poderes para
tratar los asunto concernientes a ambos gobiernos (37). Goebel califica la
repuesta como fría (38). Para Slacum esta fue una respuesta insatisfactoria y
tomó contacto inmediatamente con el capitán Silas Duncan de la corbeta
U.S.S. Lexington, presente en el puerto de Buenos Aires, y juntos acordaron
proteger los intereses de los ciudadanos norteamericanos dedicados a la pesca y
posibilitar la continuación de sus actividades comerciales. El cónsul
norteamericano informó al gobierno argentino que la corbeta navegaría hacia las
Malvinas el día 9 de diciembre si la propiedad de su país no era restituida
(39). Goebel califica a la nota del diplomático norteamericano como "desmedida"
e "insultante (40)". Este ultimátum es considerado por aquel como el pico de la
indiscreción del norteamericano (41). A ello se le agrega el comportamiento del
Capitán Duncan, quien fuera de los canales de la diplomacia tradicional, exigió
la rendición inmediata de Vernet para ser enjuiciado como ladrón y pirata (42).
La situación entre los Estados Unidos y el gobierno de Buenos
Aires llevó al acercamiento entre el cónsul norteamericano con el representante
de Gran Bretaña. El cónsul inglés, Parish, se reunión con Slacum y le informó
que las Provincias Unidas no tenían derechos sobre las islas y que Gran Bretaña
nunca había renunciado a sus derechos sobre las mismas (43). De acuerdo con
Goebel, esta información tuvo el efecto de endurecer la posición del
norteamericano (44). El cónsul Slacum negó la existencia del decreto de
nombramiento de Vernet y aconseja a su gobierno la conveniencia de "aumentar
inmediatamente nuestras fuerzas navales en este Río [de la Plata (45)]".
El 28 de diciembre de 1831, enarbolando bandera francesa, la
corbeta Lexington arribó a Puerto Soledad. Una partida desembarcó y
destruyó el asentamiento, tomando prisioneros a la mayoría de sus habitantes. El
día 8 de febrero de 1832 el buque norteamericano arribó al puerto de Montevideo
con seis de los prisioneros engrillados y otros en calidad de pasajeros. Todos
fueron luego liberados en el puerto. Antes de abandonar las islas, Duncan había
declarado a éstas libres de todo gobierno (res nullius).
La noticia de las acciones de Duncan en las Malvinas produjo
indignación en el gobierno de Buenos Aires, quien respondió a través de una
proclama pública del 14 de febrero de 1832 que el gobierno se comprometía
encontrar una satisfacción ante tal acto (46). Al mismo tiempo, el gobierno de
Buenos Aires protestó ante el cónsul norteamericano Slacum, solicitando que éste
fuera reemplazado y suspendió nuevos contactos con él (47).
En las cartas siguientes, Slacum expone al Secretario
Livingstone otra prueba que, en su opinión, muestra la debilidad de los títulos
argentinos. Esta es la decisión de Vernet de no capturar naves de bandera
británica, dado que el gobernador no se sentía lo suficientemente seguro de
apresar buques del mismo país con que se disputaba el territorio (48). En una
segunda carta su lenguaje se vuelve más crítico respecto de los reclamos de las
Provincias Unidas y parece condenarlas a no poseer el territorio en litigio
basándose en las características despóticas de la nueva nación (49).
Con respecto al cambio de representante norteamericano,
Gustafson, sostiene que "si el gobierno [argentino] esperaba un tratamiento
mejor por parte de otro funcionario norteamericano, estaba equivocado (50)". En
su mensaje anual del 6 de diciembre de 1831, el presidente, Jackson, mencionó el
incidente de la captura del Harriet, calificándolo de pirático,
perpetrado por un grupo que "pretendió" responder a la autoridad de Buenos
Aires. La versión de lo sucedido había llegado al presidente a través del relato
de la tripulación de uno de los pesqueros que participaron del incidente, el
Breakwater. En esas circunstancias, el presidente instó al Congreso a
preparar una fuerza naval para proteger los intereses de los ciudadanos
norteamericanos en mares del sur (51).
Para ese entonces, el gobierno de los Estados Unidos envió un
nuevo representante al Río de la Plata. Francis Baylies fue encargado de
asegurar la aceptación de la libre navegación y pesca en las aguas circundantes
y el uso de las facilidades, refugio y protección que las islas pudieran brindar
por parte del gobierno argentino . En este caso, para Goebel, el nuevo
diplomático tampoco "era temperamentalmente adecuado" para llevar adelante las
negociaciones (52). La gestión de Baylies agravó los errores de Slacum, "cuando
intentó hacer admitir a[l ministro] Maza que el gobernador Vernet era un pirata
(53)". Sin embargo, en una carta "private & confidential" al Secretario
Livingston, Baylies reconoce la existencia del decreto, conferido por el
gobierno de Lavalle por intermediación del General Mansilla (54). De gran
interés es que en la misma misiva evalúa las características del gobierno y
habitantes de la argentina. Es importante transcribir el párrafo completo:
Señor, es una verdad y una tristeza que la gente
de estas regiones no tiene idea de ese sentimiento que nosotros llamamos amor al
país- la tarea de gobierno es un trabajo y sus cargos son considerados como una
clase de empleo para enriquecerse- una suerte de licencia para recibir sobornos.
No hay ni consistencia, ni estabilidad, o libertad en esa República
Argentina- Las revoluciones de esta gente son insurgencias- su saber son la
chicanería y el engaño (chicanery and trick)- su patriotismo una jactancia, su
libertad una farsa- una tribu de Indios bien organizada tiene mejores
nociones de ley nacional, derechos populares y política interna (55).
En la visión de este diplomático, en esa época, los
argentinos eran considerados inferiores a una tribu de indios norteamericanos en
cuanto al conocimiento de la ley, derechos y principios de política. Finalmente,
sostiene que sus opiniones no están basadas en prejuicios sino que son
secundadas por el "Señor Fox [representante inglés], por cada francés
inteligente y aún por el representante del Brasil quienes [según el
norteamericano] califican a los miembros del Gobierno como ¡bárbaros (56)!".
Como era de esperarse, su gestión culminó con la ruptura de las relaciones
diplomáticas entre ambos países durante los siguientes once años (57).
De acuerdo con Gustafson, durante todo este período la
Argentina trató de ejercer soberanía sobre las islas al mismo tiempo que estaba
organizando su vida política. A diferencia de los juicios vertidos por los
representantes norteamericanos, para él, la existencia de "anarquía en áreas
remotas durante el período formativo de un país no necesariamente conduce a la
pérdida de soberanía nacional" y por lo tanto, "las Malvinas no eran
indiscutidamente res nullius luego del incidente del Lexington
(58)".
Según Ferns, el representante de los Estados Unidos comunicó
a Henry Fox, nuevo representante británico en Buenos Aires, que su gobierno
"estaba dispuesto a reconocer la soberanía británica" a cambio del
reconocimiento de derechos de libre pesca (59).
Entre tanto, el gobierno de Buenos Aires nombró como nuevo
gobernador de las Malvinas al Mayor Esteban Mestivier, con el objeto de
establecer una colonia penal (60). Éste, acompañado por 25 soldados, viajó en la
goleta Sarandí y se hizo cargo del gobierno de las Malvinas el día 15
de noviembre de 1832. Nueve días después, la misma nave, al mando de José María
Pinedo, partió para realizar un viaje de inspección por los mares y costas de la
región. El nombramiento de un nuevo gobernador y el envío de un buque armado a
las islas fue calificado por el representante de Estados Unidos no sólo como un
acto "ineficaz" sino también considerado como una "negación directa" de los
reclamos de Gran Bretaña (61). La caracterización de "ineficaz" no puede
sorprender, ya que en diciembre se había producido en Puerto Soledad un
levantamiento de los soldados que había culminado con el asesinato del
gobernador Mestivier. La nave argentina, al regresar a Puerto Soledad, puso fin
a la sublevación. Por otra parte, Baylies también conjeturaba que esta medida
obligaría a Gran Bretaña a actuar decisivamente dado que ésta "no podrá
renunciar a un derecho de carácter tan elevado y tan bien fundado como el suyo
en favor de esta pequeña (petty) nación [Argentina] para que sea
utilizada con fines de piratería (62)".
El juicio de Baylies era tan rotundo que ya vuelto a los
Estados Unidos predice que "cualquier colonia que emanare de Buenos Aires y se
establezca en las Falklands, se convertirá inevitablemente en pirata
(63)".
Según algunos comentaristas, hacia fines del año 1832 la
situación fue considerada como propicia por los ingleses para restablecer su
dominio sobre las islas (64). En agosto de 1832 el Almirantazgo británico
solicitó al Foreign Office enviar al almirante de la zona sudamericana, con el
fin de ejercer el derecho de soberanía de la corona sobre las islas. El Primer
Ministro Palmerston aceptó (65). Gran Bretaña buscaba reafirmar un derecho que,
según su interpretación, estaba claramente establecido. Gustafson señala al
proceso como "fluido", en donde el problema residía, en ese momento, en que "las
islas no eran res nullius, sino que no estaban claramente reconocidas
por la comunidad internacional como bajo la soberanía de un estado (66)". Esta
situación fluida ayudaría a los ingleses. El 20 de diciembre de 1832 arribó a
Puerto Egmont la corbeta Clio y más tarde se le uniría el buque de
Tyne (67). Según Goebel, el capitán del primero, Comandante Onslow, además
de fijar un aviso de posesión, intentó reparar las ruinas del viejo fuerte (68).
Más tarde, el 2 de enero del año siguiente, la corbeta ancló frente a Puerto
Soledad. El comandante Onslow informó a Pinedo que había arribado para ejercer
los derechos de soberanía sobre las islas en nombre de Su Majestad Británica.
Según una orden escrita, Pinedo debería arriar la bandera argentina al día
siguiente y reemplazarla por la inglesa (69). Al no cumplirla, los británicos lo
hicieron por él. Finalmente el día 5 de enero de 1833, Pinedo y unos cuantos
habitantes abandonaron las islas a bordo de la nave Sarandí
(70).
Sin embargo, dado la importancia de este evento, creemos que
es oportuno citar en detalle y comparar dos relatos sobre lo que aconteció. En
primer lugar presentaremos el punto de vista argentino en lo que se considera
una precisa versión:
Como correspondía, Pinedo mandó a uno de sus
oficiales en visita de cortesía a la nave inglesa y a cambio recibió una
intimación para arriar el pabellón argentino y desocupar las islas, no había
estado de guerra. Pinedo, en un primer momento, reaccionó como
correspondía. La situación que enfrentaba era difícil; su buque era muy inferior
desde el punto de vista bélico, al inglés, aunque podía hacer una defensa
honrosa por algún tiempo, pero tenía otros inconvenientes. La gente que tenía a
su bordo [Sarandí] era en su mayoría inglesa y solamente unos pocos
eran criollos. El segundo de a bordo, el teniente Elliot, era estadounidense.
Consultó a todos, los ingleses manifestaron que cumplirían con su deber; el
práctico que se desempeñaría como tal, pero no combatiría. Los cinco grumetes...
dijeron que combatirían y la tripulación, que era de unos 80 hombres, manifestó
que seguirían las órdenes que se le dieran. Empezó entonces Pinedo a
ejecutar su plan [de defensa]...le dió armas para los 18 soldados que estaban en
la guarnición de tierra y se dispuso a cumplir sus instrucciones...Pero a medida
que pasaba el tiempo, la fe de Pinedo fue decayendo. A las 9 de la mañana
del 3 de enero de 1833 los ingleses desembarcaron, primero izaron en un mástil
que traían la bandera inglesa luego arriaron la nuestra, la plegaron pulcramente
y se la enviaron a Pinedo para que se la llevase. El 5 de enero Pinedo, con unos
cuantos habitantes a bordo, abandonó las islas y puso proa a Buenos Aires (71).
El punto de vista inglés será presentado en el relato de
un participante, el propio comandante Onslow, que informó a sus superiores el 19
de enero de 1833:
LLegué [a Puerto Soledad] el 2 de enero de 1833,
y encontré un destacamento bajo bandera de Buenos Aires, con veinticuatro
soldados, y también una goleta nacional de guerra [la Sarandí] bajo la
misma bandera. Presenté mis respetos al comandante de la goleta [Pinedo], quien
me informó que era el comandante en tierra y mar. Le informé cortésmente el
objeto de mi misión, le pedí que embarcara sus fuerzas y que arriara su bandera,
ya que él estaba en una posesión que pertenecía a la Corona de Gran Bretaña. Al
principio él asintió, a condición de que yo pusiera lo mismo por escrito, lo que
hice, meramente manifestando lo que había comunicado verbalmente, viz., que
venía a estas islas a ejercer el derecho de soberanía sobre ellas, y decliné
cualquier posterior comunicación escrita sobre el tema. En la misma mañana del
tres, a las 5 a.m., él me visitó, para pedirme le permitiera dejar flameando la
bandera de Buenos Aires en tierra hasta el Sábado 5, día en que finalmente se
iría llevando consigo la fuerza y a los colonos que expresaron el deseo de dejar
la Isla. Le dije que su pedido era inadmisible, y que debía considerar que estaba
en un puerto que pertenecía a Gran Bretaña. Viendo que vacilaba, y que era
reacio a quitar la bandera, inmediatamente desembarqué, icé la bandera nacional,
y ordené que se bajara la otra enviándola con un mensaje cortés a la goleta
nacional (72).
Se observa que ambos textos se complementan. Se ve que,
entre los participantes, hubo intercambio de cortesías. Por supuesto que en este
caso, los británicos se hallaban respaldados por una potencia de fuego decisiva.
Cuando el gobierno argentino supo de lo acontecido en las
islas, el ministro de relaciones exteriores Maza citó a su despacho al
representante británico, quien nada sabía aún. Según aquel, "el gobierno de
Buenos Aires no podía ver en ellos sino un gratuito ejercicio del
derecho del más fuerte...para humillar y rebajar a un pueblo inerme e infante
(73)".
Según Metford, Gran Bretaña justificó sus acciones en base a
tres argumentos: 1. ella continuaba con la jurisdicción que habían ejercido
durante el siglo XVIII; 2. que nunca había reconocido derecho alguno del
gobierno de Buenos Aires a los nombramientos de Vernet y Mestivier; 3. las islas
se habían convertido en res nullius, bajo ninguna autoridad, tanto por
el abandono de la islas en 1811, como por la destrucción del asentamiento de
Vernet por los norteamericanos en 1831. En consecuencia, ello permitía la
ocupación por parte de cualquier poder que pudiera sostenerla (74).
A partir del 17 de junio de 1833 se estableció el patrón de
discusiones diplomáticas entre ambas países para los años sucesivos. En esa
fecha, Manuel Moreno, representante argentino ante el gobierno inglés, presentó
la protesta de su gobierno en la forma de un largo documento escrito tanto en
inglés como en francés (75). Principalmente, la "Protesta", como se la conoce,
desarrolla los fundamentos ya expuestos en el controvertido decreto de
nombramiento de Vernet del 10 de junio de 1829. Las Provincias Unidas del Río de
la Plata, como comunidad política independiente, reconocida por Gran Bretaña y
otros estados, sucedió a España en los derechos territoriales de ésta en esa
jurisdicción. Las Malvinas habían sido claramente patrimonio de la Corona
española. Por lo tanto, dado que la soberanía española sobre las islas había
cesado por la independencia de sus territorios en América, Gran Bretaña no tenía
derecho a reclamo alguno, "por derechos ya extinguidos (76)". La respuesta
británica tardó en llegar. Seis meses más tarde, 8 de enero de 1834 Palmerston
le respondió a Moreno. En lo fundamental, el ministro inglés reitera que los
derechos de Su Majestad Británica nunca se extinguieron, porque su Majestad
Católica había restablecido el asentamiento inglés en 1771 y que al abandonar
Puerto Egmont, por causas de austeridad, se habían dejado señales de la
pertenencia a la Corona Británica (77).
A partir de los hechos y de las opiniones de los actores
resulta fácil visualizar esta circunstancia como una en la que un país en
formación reclamaba como propio un territorio cuya situación aún no se había
resuelto plenamente. Gran Bretaña y España se habían enfrentado por las islas en
el siglo anterior, aunque la primera no consideró que valieran una guerra. Con
la desaparición de España de la escena y su reemplazo por un estado en formación
y por lo tanto frágil, con títulos débiles, y contando con el apoyo de los
Estados Unidos, fue sencillo reclamar nuevamente el territorio para si, sin
arriesgarse a un enfrentamiento serio. Así, "el título fue transferido a Gran
Bretaña porque ésta conquistó las islas y ha mantenido sin interrupción su
control sobre ellas (78)".
Con respecto al desarrollo de éstos acontecimiento, algunos
autores, como Gustafson, agregan que, históricamente se critica a los Estados
Unidos por no haber aplicado la Doctrina Monroe frente a la acción británica de
enero de 1833. Sin embargo, la inacción norteamericana parece demostrar que éste
país consideraba al territorio de las islas no como una nueva colonia (79). Para
Metford, esto demostraría también que los Estados Unidos nunca tomó en serio los
reclamos argentinos (80). Los analistas norteamericanos también sostienen que
los Estados Unidos considera a la doctrina Monroe como una declaración de
política a la que puede renunciar unilateralmente (81). Otras explicaciones de
índole más pragmática pueden ser, por una parte, que el interés vital de los
Estados Unidos al enunciar dicha política estaba en la parte norte de hemisferio
y, por otra, el poder de disuasión que poseía la Royal Navy (82).
-
Goebel, 433. Para Caillet-Bois, los ingleses no actuaron
ante tal situación porque su política buscaba mediar entre españoles y
americanos, "siempre que se les permitiese comerciar con toda libertad". En esta
actividad esperaban obtener grandes beneficios. Por lo tanto, una ocupación
inglesa habría tenido un efecto negativo en la relación con España y por ende en
el comercio (179).
-
Metford, xvii.
-
Goebel, 434. Para una descripción detallada de las
acciones de Jewett en las Islas Malvinas ver Caillet-Bois, 181-183.
-
Gustafson, 21. Perl explica que este principio no
requiere de ocupación previa como base de la soberanía y lo caracteriza como una
expresión de deseos por parte de los estados que los sostienen (16).
-
Perl, 17.
-
Goebel, 434. La comunicación de Jewett a las naves
extranjeras recaladas en las islas decía en una de sus partes: "Señor, tengo el
honor de informarle que he llegado a este puerto comisionado por el Supremo
Gobierno de las Provincias Unidas de Sud América para tomar posesión de las
islas en nombre del país a que éstas pertenecen por la Ley Natural" (Destefani,
77) Entendemos que esto último se refiere al traspaso de soberanía territorial
del Virreinato del Río de la Plata al nuevo estado.
-
Perl, 17.
-
Destefani, 79.
-
Gustafson, 22 y Metford, xiv.
-
Caillet-Bois sostiene que Areguati fue nombrado por
pedido de Jorge Pacheco y no por iniciativa de las autoridades bonaerenses
(196).
-
Goebel, 434. Para los detalles del ofrecimiento del
contrato por parte del gobierno de Buenos Aires a Pacheco ver Caillet-Bois,
192-194.
-
A pesar de que la conformación del grupo de colonos era
muy heterogénea tanto racialmente como de nacionalidad, el historiador inglés
H.S. Ferns sostiene que "legalmente los colonos obraban bajo la protección del
Estado, la Argentina, que más había hecho (y esto era muy poco) por afirmar su
autoridad en las islas" (Ferns, 231).
-
Goebel, 435.
-
Ibid., 436.
-
Destefani, 80-81, énfasis agregado.
-
Goebel, 437.
-
Para Beckington, lo importante era que Gran Bretaña "se
posesionará de un puesto solitario en la parte más meridional de los territorios
que en Sud América pertenecían a España y que bordean el Atlántico, región no
habitada por españoles". Por cierto que el argumento no era novedoso (Beckington
a Peel, 11 de julio de 1829, citado por Caillet-Bois, 304).
-
Para una temprana presentación del valor estratégico de
las islas ver la nota que Lord Egmont dirige al Duque de Grafton el 20 de julio
de 1765.(Goebel, 236)
-
Ferns, 232.
-
La Foreign Office y la Colonial Office redactaron sendos
informes sobre la historia de las islas y los presentaron al abogado del Rey,
Herbert Jenner, para que elaborara los fundamentos legales que justificaran la
ocupación de las mismas. En opinión de Caillet-Bois, los fundamentos elaborados
eran deleznables y parciales (307/8).
-
Carta de Aberdeen a Parish de 8 de agosto de 1829 en
Ferns, 232.
-
Idem. en Caillet-Bois, 313.
-
Goebel, 442. Para el texto completo ver carta de Fox a
Baylies, 4 de julio de 1832 en Manning, 109 fn.2.
-
Ver el texto en Destefani, 87. Para un testimonio sobre
la entrega de la circular ver Slacum a Livingston, 23 de noviembre de 1831, fn.
2., en Manning, 66.
-
Goebel, 438
-
Según algunos, como el español Barcia Trelles, este
evento fue crucial para que "Inglaterra, con la garantía, aún más que de la
abstención, de la complacencia norteamericana, se decidiese a realizar los actos
que habían de plantear el pleito malvino" (84).
-
Estados Unidos había reconocido la independencia de la
Argentina en 1823. Slacum se desempeñaba oficialmente como cónsul norteamericano
desde 1824, pero ante el fallecimiento del encargado de negocios, John Forbes,
este se hizo cargo de la legación sin instrucciones específicas o autorización
(Manning, 65 fn.1). Por su parte, la Argentina no contaba con representante en
los Estados Unidos desde 1826.
-
Ver tema en Goebel, 448-449.
-
En este sentido, Goebel critica a la diplomacia del
Presidente Jackson como "característica del hombre y de la tradición de la
diplomacia del insulto hacia Sudamérica iniciada por su administración...Más que
ninguna otra persona, fue, quizás, Jackson responsable de sustituir por una
atmósfera de sospecha e inquina los sentimientos previos de amistad y buena
voluntad fomentada por el gobierno norteamericano "(446).
-
Goebel, 439.
-
Ferns, 233.
-
Metford XX, énfasis agregado.
-
Goebel, 440 y Slacum a Tomás de Anchorena, 21 de
noviembre de 1831 en Manning, 65.
-
Slacum a Edward Livingston, Secretario de Estado de los
Estados Unidos, 23 de noviembre de 1831 en ibid. 66-70.
-
Tomás de Anchorena a Slacum, 25 de noviembre de 1831 en
ibid., 70.
-
Slacum a Anchorena, 26 de noviembre de 1831 en ibid.,
71.
-
Anchorena a Slacum, 3 de diciembre de 1831 en ibid.,
72-73.
-
Goebel, 441.
-
Slacum a Anchorena, 6 de diciembre de 1831 en Manning,
73-75.
-
Goebel, 441.
-
Ibid. 442.
-
Ibid. 442 y Slacum a Livingstone, 20 de
diciembre de 1831 en Manning, 87.
-
"El ministro británico...me informó que su Gobierno al
protestar no tenía otro objetivo en vista...que mantener vivo un derecho, a ser
tomado cuando se lo considerara conveniente" (Slacum a Livingston, 20 de
diciembre de 1831 en Manning, 86).
-
Goebel, 443.
-
Manning, 86 y 88. La negación de la existencia del
decreto del 10 de junio de 1829 es constante en los documentos norteamericanos,
ver también Baylies a Maza, 10 de julio de 1832 en ibid., 124.
-
Goebel, 445.
-
García a Slacum, 14 de febrero de 1832 en Manning, 88.
Para la respuesta ver Slacum a García, 16 de febrero de 1832 en ibid., 89-90.
-
"Usted comprenderá, Señor, que ninguna nave inglesa ha
sido capturada o molestada. ¿Por qué? No se animan a hacerlo. Y en el momento de
apresar nuestras naves, sabían que ocupaban territorio en litigio, y para el
cual carecen de títulos adecuados" (Slacum a Livingstone, 20 de febrero
de 1832 en Manning, 91, énfasis original).
-
"Esta gente no tiene derechos de ninguna clase sobre
aquellas islas...Vernet es un aventurero, y la Colonia, como ellos la
llaman, consiste en alrededor de 40 personas de toda clase contratadas en forma
privada y a su servicio- Ellos llaman a esto una República, le aseguro que no
existe sobre la tierra una monarquía más despótica. Al gobernador se le han
otorgado poderes extraordinarios y su palabra es ley- Si nuestro gobierno no
toma medidas fuertes y decisivas, todos debemos abandonar un país donde ningún
hombre libre puede residir" (Slacum a Livingston, 25 de febrero de 1832 en
Manning, 93, énfasis original).
-
Gustafson, 24.
-
Gustafson, 24 y Goebel, 446.
-
Goebel, 446.
-
Ferns, 233.
-
Baylies a Livingston, 24 de julio de 1832 en Manning,
132.
-
Manning, 135, primer énfasis original, segundo agregado.
-
Ibid. 135.
-
Ferns, 233. Es posible que semejante visión fuera
compartida también en Washington. Algunos estudios sugieren que la opinión de
Baylies probablemente no estuviera basada sólo en su experiencia personal, sino
que también procedía de un sistema de valores generalizado en su época en los
Estados Unidos (Hunt,46-91).
-
Gustafson, 25.
-
Carta de Fox a Palmerston 15 de octubre 1832 en Ferns,
234. También en Ferrer Vieyra 1993, 155-56.
-
Decreto del 10 de septiembre de 1832.
-
Baylies a Livingston, 13 de octubre 1832 en Manning,
164.
-
Ibid. 165, énfasis agregado.
-
Baylies a Livingston, 23 de abril 1833, énfasis original
en ibid., 179.
-
Goebel, 455. Para Gustafson el momento era oportuno para
una acción Británica: el ataque norteamericano a las islas, la aprobación dada
por el presidente Jackson a tal acción, y el débil control que la Argentina
ejercía sobre las Malvinas, y la convulsionada situación interna del la
Argentina (Gustafson, 25). Ver también Caillet-Bois, 297/8.
-
Ferns, 235.
-
Gustafson, 25.
-
El día 28 de Noviembre, el Comandante Onslow de la
Marína Británica, había recibido instrucciones en Río de Janeiro del almirante
Sir Thomas Baker, Comandante de los buques de la Estación Sudamericana. Sus
órdenes eran zarpar inmediatamente con la corbeta Clio hacia Puerto
Egmont, "con el objeto de ejercer los derechos de soberanía sobre dichas Islas
[Malvinas], y de actuar allí, en consecuencia, como una posesión que pertenece a
la Corona de Gran Bretaña". Además agrega que si se encontrara con fuerzas
militares enemigas, deberá considerarlas como "intrusos ilegales" y proceder a
reducirlas y expulsarlas (Ferrer Vieyra 1993, 156-58).
-
Goebel, 455. El informe del capitán Onslow señala que
cerca de Puerto Egmont se encontró con un grupo de colonos (informe a Thomas
Baker, Montevideo, 19 de enero de 1833, en Ferrer Vieyra 1993, 160).
-
Perl, 296. El texto de la comunicación decía lo
siguiente:
Debo informaros que he recibido órdenes de S.E. el
Comandante en Jefe de las fuerzas navales de S.M.B., estacionadas en América del
Sur, para hacer efectivo el derecho de soberanía de S.M.B. sobre las Islas
Falkland.
Siendo mi intención izar mañana el pabellón de la Gran Bretaña en el territorio,
os pido tengais a bien arriar el vuestro y retirar vuestras fuerzas con todos
los objetos pertenecientes a vuestro gobierno.
Soy, Señor, vuestro humilde y muy obediente servidor. Firmado: J. Onslow.
A.S.E. el Comandante de las Fuerzas de Buenos Aires en Puerto Louis [Soledad],
Berkeley Sound (Ferrer Vieyra 1993, 159).
-
Según Gustafson, a la llegada de la Clío, la colonia en
Puerto Soledad había alcanzado el número de alrededor de noventa colonos (23).
Por su parte, Kinney señala un número algo mayor y que se distribuían del
siguiente modo: 30 negros, 34 porteños, 28 anglo parlantes, y 7 alemanses. de
los colonia contaba con una guarnición de aproximadamente 25 hombres (41).
-
Destefani, 90-1.
-
Ferrer Vieyra 1993, 161.
-
Gore a Palmerston, 14 de febrero de 1833 en Ferns, 235
(énfasis original).
-
Metford, xxii (énfasis agregado).
-
El texto completo se halla en Perl, 299-322.
-
Perl, 318-9.
-
Perl, 323-33.
-
Sin embargo, la Argentina no ha permitido que Gran
Bretaña perfeccione sus títulos en base a la prescripción adquisitiva porque, a
diferencia de España con Gibraltar, la primera siempre protestó la ocupación.
Por lo tanto, esto títulos permanecen imperfectos y Gran Bretaña debió utilizar
otros argumentos (Gustafson, 27).
-
Dado que la "disputa sobre las islas era anterior a la
Doctrina Monroe... y porque el Departamento de Estado ha expresado desde hace
tiempo que la reinsersión de la presencia Británica en las islas en 1833 no fue
un nuevo intento de colonización" (Legal Aspects of the Falkland/Malvinas
Crisis Negotiations en Perl, 20.
-
Metford, xx.
-
Perl, 20 fn. 75.
- Gustafson, 26.
Esta información procede de
"Historia General de las Relaciones Exteriores de la Argentina" se
han vinculado solo los temas relacionados con Malvinas. Esta obra esta compuesta
de 14 tomos publicada por Iberoamérica y los Directores son Andrés Cisneros y
Carlos Escudé.
El presente material podrá ser utilizado con fines estrictamente académicos
citando en forma explícita la obra y sus autores. Cualquier otro uso deberá
contar con la autorización por escrito de los autores.
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Historia de las Islas Malvinas
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