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Corrientes, 14/04/2012 - fuente: Diario
EL LITORAL
REFLEXIONES DE UN EX COMBATIENTE
Cuando uno vuelve del infierno
Ramón
Orlando Mendoza es un ex soldado que peleó en las islas, pero también un
escritor y periodista goyano que en 1995 sacó a la luz su libro “Malvinas…
un largo dolor patrio”. Dio su testimonio en la guerra y de otros malvineros
de Goya. A tres décadas de Malvinas bien vale compartir aunque más no sea
algunos fragmentos de sus reflexiones finales de esa obra.
Capítulo "Reflexiones finales". Síndrome de Malvinas:
Cuando uno vuelve de un infierno como es la guerra después de pasar por una
situación límite, de haber experimentado la posibilidad de perder la vida,
de haber tenido cerca la muerte en forma real y concreta, por haber visto
morir compañeros, por sentir aún en los oídos su grito de dolor masticando
lo que hizo en el campo de batalla y que no alcanzó para lograr su objetivo,
lo primero que se piensa es "¿Cómo nos recibirán en casa, cómo nos recibirán
en el país? ¿Qué pensará la gente? ¿Cómo nos mirarán? ¿Servirá de algo
volver vivo? ¿No nos tratarán como a cobardes, por no haber muerto en la
guerra?
Veníamos espiritualmente quebrados, moralmente destrozados. Todos nuestros
sueños, esperanzas y perspectivas de vida -teniendo en cuenta nuestra edad
-se habían hecho añicos, frente a la terrible realidad que nos tocó
enfrentar. Si éramos jóvenes cuando fuimos, volvimos como hombres!!!
Maduramos de golpe y esto nos marcó para el resto de nuestra existencia.
Decepción:
Corría el mes de julio de 1982. Había salido de licencia por 3 días, mi
primer franco después de Malvinas. Me encontraba en la inmensa estación
ferroviaria de Retiro en la Capital Federal, esperando el tren a Villa
Adelina, donde vivía mi tía "Maie", cuando repentinamente hizo irrupción en
el andén una patota que portaba banderas, gorros y vinchas del equipo de San
Lorenzo de Almagro.
En el momento en que esa gente me ve con el uniforme de Infante de Marina,
comenzó a gritarme 'milico hijo de puta; inútiles, no sirven para un carajo;
quemá esa ropa, por culpa de ustedes perdimos las Malvinas'… Acto seguido,
dos o tres me quitaron la gorra y el bolso marinero con todo su contenido y
se alejan satisfechos.
La primera reflexión que surgió fue la siguiente: ¿por esta gente fuimos a
pelear en Malvinas? ¿Por esta gente quedaron mis compañeros allá?
Mi amigo, el "Turco" Daniel Nacfur, compañero de colimba, porteño de
Ciudadela, también víctima de este cobarde ataque de los vándalos, me dijo.
"Este es un país de mierda, correntino, te juro que yo salgo de baja y me
voy a Brasil, pero aquí no me quedo".
Lo miré y le dije, ¿a Brasil?, ¿y qué vas a hacer allá? (…)
¿Explicar?
Volví a casa, lleno de temores, dudas e inquietudes sobre una causa justa
que nos llevó a Malvinas.
Trataba de explicar que había dado todo lo que estuvo a mi alcance, que
estábamos dispuestos a morir allí de hecho muchos así lo hicieron en los
campos de batalla.
Que defendimos esas islas que por razones geográficas, geológicas, jurídicas
e históricas nos pertenecen.
Que más allá del resultado final, hicimos todo lo posible para defenderlas.
Quería, al igual que todos, rendir cuenta de nuestra actuación, pero… esto a
nadie parecía interesarle. El tema pasaba por lo anecdótico: "Si los
ingleses nos habían violado", "si era cierto que no comíamos, o si sufríamos
frío", "si había mujeres en las islas", "si nos drogaban con la comida"…
¡Tonterías, qué lejos de tranquilizarme, me mortificaban más.
Uno vuelve de la guerra, buscando desesperadamente que lo escuchen, que lo
entiendan. Y en cambio teníamos que escuchar que éramos "unos inútiles".
Para quien lo dice en forma irreflexiva o ligera, o porque es un ignorante o
lo hace en forma "irónica", no significa mucho, pero para quien lo escucha,
más aún si es un Veterano de Malvinas, es como recibir un "mazazo", una
bofetada que lo deja aturdido.
Por el sólo hecho del resultado adverso de las batallas uno se siente muy
mal, pero si además le están ratificando en forma permanente que es un
"reverendo inútil", se produce una agresión. Agresión que en forma sutil lo
va llevando a una progresiva degradación humana.
El ex soldado, el hombre que sufre esto no se higieniza. No se afeita. No se
preocupa por nada. No tiene un proyecto de vida, y así entra en el mundo del
alcohol, de la marginalidad. El constante decirse de si mismo: "Para qué me
voy a preocupar, si soy un inútil", "no serví en Malvinas", "no sirvo aquí",
"de qué vale vivir en una sociedad así…", le cierra los caminos para la
integración que desea y necesita. (…)
De pie
Malvinas deja como consecuencia que miles de argentinos tienen una fe
inquebrantable de recuperar las islas. Si no somos nosotros lo harán
nuestros hijos o nietos. Nuestra conciencia lo ordena y esa conciencia grita
desde nuestros hermanos que "quedaron como raíz enterrada", al decir del
Padre Julián Zini. (…)
Malvinas dejó miles de hombres jóvenes para seguir levantando la Bandera
Argentina y ese es nuestro compromiso ineludible.
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