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Corrientes, 25/03/2007 - Fuente: Diario El Litoral

EX SOLDADO HABLA DE SU LUCHA DIARIA
“El 2 de abril te llaman héroe, al otro día sos un loco de la guerra”

Juan Andrés CáceresPara Juan Cáceres, ex combatiente de Malvinas, la guerra nunca terminó. Las batallas se siguen librando en su interior aunque hayan pasado 25 años de aquellas noches largas y frías.

EL DATO

“Lo que hicieron los gobiernos fue confundir a la gente. Se reprocha al ex combatiente por cobrar ‘bien’ y pedir más asistencia. Parece que cuando sólo queden cinco ex soldados, el Estado recién va a dar todo lo que reclamamos. Ahí sí lo harán”, reflexionó Juan Andrés.

POR GUSTAVO LESCANO
DE LA REDACCION

Para Juan Andrés la guerra nunca terminó. Las batallas se siguen librando en su interior aunque haya pasado un cuarto de siglo de aquellos bombardeos aterradores y esas largas noches negras en medio del intenso frío en las islas Malvinas. Sólo él y su familia saben a la perfección lo que significa el síndrome postraumático, ese padecimiento que cala hondo y que se lleva como una herida en lento proceso de cicatrización, expuesta diariamente ante los ojos -casi cerrados- de una sociedad conflictiva e indolente por naturaleza.
El ex combatiente de aspecto duro, acentuado por su cabeza rapada, parece a simple vista no tener siquiera un resquicio para las debilidades. Sin embargo, este hombre de cuarenta y pico sabe de aquello que dice que “la procesión va por dentro”. Y más allá de su imagen, las huellas siguen siendo profundas en su intimidad.
Después de los años de luchas más intensas en el terreno psicológico, el ex soldado y padre de familia comenzó a ganar varias batallas teniendo de aliados a sus familiares y a él como su propio psicólogo, ante la falta de asistencia gratuita producto de la desmemoria estatal.
Por eso, en vísperas de cumplirse 25 años de la guerra de Malvinas uno se topa con Juan Andrés Cáceres aún en la trinchera, peleando por la vida. Es por eso también que el perfil rudo de la primera impresión se disipa apenas comienza a hablar y más todavía cuando en lo inmediato surgen comentarios que demuestran su sentido del humor, enmarcado por una amplia sonrisa que domina su rostro.
En esos instantes no hay un mínimo rastro de aquel primer semblante áspero, pero “la procesión va por dentro”.

En primera persona

Su historia pocas veces fue contada con sus propias palabras más allá del círculo íntimo. Menos ante la prensa. Pero el ex combatiente accede a un reportaje con El Litoral para dar testimonio. Y tiene mucho por contar.
En su casa del barrio Fray José de la Quintana, en el sector de las 100 Viviendas, habitadas por un 80 por ciento de ex soldados, Juan Andrés invita a pasar hacia el fondo y señala el camino guiando a los visitantes. Estaba con su esposa, Leonida, y su hijo mayor que en esos momentos se alistaba para ir a la clase en la facultad.
Se sienta a la mesa frente a una de sus esculturas que estaba en el centro. “Se llama Caos en la Información”, dice señalando la estructura de hierro en la que aparece una diminuta silueta humana. El ex combatiente es un escultor varias veces premiado, pero sobre todo la actividad es para él una terapia de gran ayuda.
En el pequeño pero cálido salón, características de un espacio íntimo y tal vez es la proyección física de lo que sucede en el interior de Juan Andrés, arranca su primera reflexión sobre Malvinas y los 25 años de luchas. “El 2 de abril te hacen sentir un héroe, y realmente te sentís así, pero al otro día ya sos el loquito de la guerra, como el resto de los días”, sintetiza.
Los ojos inquietos y las manos que se anudan acentúan cada expresión, algo que se repetirá hasta el final de la charla. Para este ex combatiente, las secuelas están adentro y desde el final del conflicto bélico “sólo una vez un psiquiatra me encaminó, pero nada más. Padecí muchos problemas en lo laboral y familiar porque el síndrome postraumático se manifiesta en mi ansiedad. Por ejemplo: si algo no me gusta, exploto”, grafica el hombre con los recuerdos de esas situaciones urticantes recorriendo su mente pero sin traducirse en palabras.
Considera que “todos los gobiernos que vinieron después del ‘82 pasó la culpa al perdedor y eso fue lo que nos sucedió en más de una década. Ahora reclamamos por una reparación histórica por esos años de olvido y dicen que el Estado tiene intención de dar asistencia psicológica, que nunca la dio. Pero en mi caso el daño que me hicieron ya no tiene vuelta”, dice abriendo los brazos. “Sólo por gestiones del Centro de Ex Combatientes -agrega-, se consiguen actualmente tratamiento psicológico o psiquiátrico, depende del caso”.
“Para sobrellevar lo que tengo cuento con el apoyo de mi familia y yo soy muchas veces mi propio psicólogo”, resalta para luego insistir en que “no son escuchados nuestros reclamos” y “no pedimos un trato diferente sino una mínima atención médica”.
Para él y su mujer, la desatención absoluta desde el ‘83 al ‘93 significó “diez años fatales” y sólo se conseguían changas “por misericordia” de algunos, indica.
El malvinero reflexiona tranquilo y no duda en subrayar aspectos que más duelen. Sus manos constantemente se agitan al compás del relato, pero por momentos se detienen uniéndolas con fuerza. “Lo que más me afectó fue lo psicológico. Y tengo una teoría al respecto, ya que nadie me atendió: en las guardias te apostabas con el fusil y tenías que estar firme y con la mirada enfocada en un punto del horizonte para ver si el enemigo llegaba por ese lugar. Tanta concentración en medio de la oscuridad hizo que mi cerebro se atrofiara”, relata casi sin pausa.
Luego acota que después de la guerra “no puedo tener concentración en varias actividades a la vez y me limita a hacer cosas que no me afectan”.
Lo de Malvinas lo marcó para siempre. “La sobrevivencia fue en ese momento y también es en la actualidad”, sostiene. Durante la guerra “no pasaban nunca las horas ni los días, y como fuimos con poca instrucción, los soldados teníamos que bancarnos lo que viniera. Y en situaciones muy complicadas y con muchas carencias: ni los romanos trataban así a sus tropas”, resalta.
Tras 25 años, Juan Andrés recorrió su dura historia desde 1983. Lo hizo desde el salón del fondo, aunque muy cerca de su esposa, que terminaba de cocinar el almuerzo, y a metros de su hijo que partía hacia la facultad y de su nena de 10 años que también estaba en la casa.
Sabe que la guerra es todos los días, pero también que ya ganó varias batallas en los años “fatales”.

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